Los cazadores entraron con las armas en alto, esperando una emboscada del otro lado, pero el lugar estaba vacío. Destruido, con un intenso olor a humedad y abandono. La luz de la luna se filtraba por los pequeños agujeros en el techo, que no hacia mucho por la oscuridad reinante y a una de las escaleras que llevaba a los pisos superiores le faltaba la mitad, lo que quedaba de los muebles estaba repartido por todo el recibidor y en un par de ocasiones las ratas salieron de un escondite para entrar en otro. Janina se abrió paso entre los cazadores y se posicionó delante de ellos, cerró los ojos y echó la cabeza para atrás. Segundo después se volteó hacia sus compañeros.
-El lugar está desierto y nuestro amigo en la planta superior-
-¿Cómo puedes saber eso?- preguntó Jarek
-Janina no sólo es una sacerdotisa, también es una rastreadora. Cualquier fuente de energía dentro de su perímetro de búsqueda será detectada por ella. Nos será útil con un demonio tan escurridizo- Respondió Tomás.
-Entonces hice bien en traer a mis amigos- Los cazadores no tuvieron tiempo de buscar de donde venía la voz del demonio, fueron asaltados de la nada y lanzados al suelo. Sólo podían cubrirse mientras los golpes caían, y cada uno dolía como si fuese un mazo.
Jared fue el primer en contraatacar. Sacó una navaja de su manga y lanzó una estocada que aterrizó en un buen sitio porque escuchó un chirrido y los golpes pararon el tiempo suficiente para que se pusiera de pie. Estaban rodeados por decenas y decenas de cosas que nunca había visto. Tenían forma humana pero su piel estaba al rojo vivo, con pústulas, vestían ropas rasgadas y las cuencas de sus ojos estaban vacias. Todos llevaban un collar de metal.
Jared desenfundó sus pistolas. Sin importar qué fueran, pocas cosas se levantaban luego de ser golpeadas por balas de madera bendecidas, pero antes de que pudiese disparar algo cargó contra él desde su espalda. Jared maldijo. Descuidar la espalda era un error de novatos. Aprovechó la fuerza de la caída para apoyarse del suelo y empujar hacia atrás, su atacante cayó. Jared  rápidamente tomó las armas del suelo y comenzó a disparar. Había tres y uno no había terminado de sacarse su navaja cuando recibió el disparo. Cuando vio que no se movían, Jared fue a ayudar a los demás. Había demasiados para él solo derrotarlos pero con quitarle los que tenían los demás encima bastaba.


Remigras estaba en una esquina, a cubierto por la oscuridad reinante en la casa. Jared atacaba de una manera rápida y eficaz, siempre a matar. Remigras estaba emocionado, como no lo había estado en mucho tiempo. Cuando su experimento se uniera a semejante espécimen…las posibilidades eran infinitas. Lo único fuera de lugar en su plan eran las criaturas.
Loredas las había soltado demasiado pronto y tres de ellas estaban bloqueando a Jarek de ir a rescatar a sus compañeros. La más grande de las tres se lanzó a atacar. Jarek aprovechó para lanzar un puñetazo, que acertó, y seguido de eso clavarle uno de sus cuchillos en la parte superior del cráneo. Antes de que las otras dos atacaran, Remigras las eliminó todas con chasquido de sus dedos. Con sus poderes, bajó a Loredas hasta el salón. Se arrastró por la oscuridad y tomó a Loredas por la espalda, se acercó a su oído para susurrar
-No arruines mis planes, Loredas- y con eso desapareció. La amenaza en la voz de Remigras envió una ola de miedo por todo su ser.


Jared aún trataba de encontrar explicación a la repentina caída de las criaturas. Todas estaban muertas, o al menos así parecían.
-¿Jared?-
-¡¿Jarek?!- Jared fue donde su hermano a ayudar. Jarek se estaba quejando
-Uno de esos malditos me mordió- Jarek no tenía que decirlo. Su gemelo lo estaba viendo, justo en el antebrazo estaban las impresiones de la mordida y la sangre. Con el cuchillo que tenía en la mano, Jared cortó parte de su camisa y la usó para tapar la herida. Janina se acercó. Lucía terrible, su cabello estaba hecho un desastre y tenía rasguños tanto en la cara como en los brazos.
-Déjame ver eso- Jared levantó su cuchillo y lo puso entre la mano de Janina y el brazo de Jarek.
-No lo toques- Tomás y Armán se acercaron con sus armas en alto.
-¿Qué ocurre, Jared?- Pregunto Tomás.
-No dejaré que alguien que falló al decirnos que este sitio estaba vacío toque a mi hermano. Ustedes deberían redefinir su categoría de sacerdotes estrella- Jared sostuvo su dura mirada con Janina hasta que Jarek lo tomó del hombro.
-Ya. Déjalo. Ayúdame a levantarme- Jared lo tomó del brazo sano. De pie, Jarek se acercó a una de las criaturas
-¿Alguien tiene idea de lo que son?- Los otros cazadores miraron a los caidos a su alrededor y todos negaron con la cabeza.
-Parecieran humanos, pero…- Janina se agachó para tocar a una de las criaturas, pero terminó rodando por el suelo hasta pegar contra los restos de un mueble. Los cazadores desenfundaron sus armas y se cubrieron las espaldas.
-¿Janina?- llamó Armán.
-Estoy bien-
-Por ahora- La puerta y ventanas de la casa se cerraron y la temperatura bajó de golpe. De la oscuridad emergió el demonio con una sonrisa. –Espero mis amigos los hayan hecho sentir bienvenidos- Los cazadores abrieron fuego pero el demonio desapareció. Era inútil, un demonio en tanta oscuridad era imposible de atrapar. Cuando reapareció lo hizo frente a Tomás, pero antes de que el cazador pudiera hacer algo, lo desarmó, lo tomó del brazo y lo lanzó al otro extremo del salón. Volvió a desparecer y su voz resonó por toda la casa.

-Podría matarlos, cazadores. Quiero que lo sepan en cada fibra de su ser antes de que lo haga. Voy a…- lo siguiente que se escuchó fue un estruendo, un rayo de luz de luna creció en intensidad hasta iluminar todo el salón. De nuevo se escuchó el estruendo pero esta vez los cazadores pudieron ver de dónde venía. Era el demonio, yendo a toda velocidad contra una pared y chocando con ella como si fuese un muñeco de trapo. Tomás, que ya se había incorporado y unido al grupo, junto a los demás miraron en dirección de donde el demonio había venido. De la intensa luz salió Janina. Su cabello flotando en todas las direcciones, sus puños emitiendo un brillo plateado de luz de luna y una intensa mirada que decía que se había cansado de los juegos del demonio.


Tomás y Armán sonrieron y se movieron hacia atrás.
-Les recomiendo que nos acompañen, muchachos. Esto acaba de pasar de nuestro nivel- Ambos obedecieron pero no sin apartar la vista. Habían visto a Karena hacer muchas cosas como sacerdotisa, pero nunca algo como eso. Janina parecía una mezcla entre una guerrera elfo y un mensajero de la luna. El demonio se levantó con su sonrisa pedante.
-Al fin. Entretenimiento. Loredas es mi nombre, sacerdotisa. Quiero que lo escuches en tu mente cuando te arranque el corazón- Loredas se lanzó al ataque, al igual que Janina. Su velocidad era increíble, los cazadores apenas podían mantener el paso de la pelea. El primer golpe lo acertó Janina. Loredas salió disparado contra el techo y al bajar Janina lo estaba esperando con otro golpe que Loredas logró evitar al lanzarle una especie de niebla negra en la cara a la sacerdotisa. Janina retrocedió mientras se la quitaba de la cara. Loredas aprovechó para acertarle un buen número de golpes y, con su poder, lanzarla contra el techo. Janina utilizó el suyo para atacar desde arriba. Los que no acertaban dejaban en el suelo una marca parecida a la de una bola de demolición. Janina era poderosa. Loredas parecía sorprendido por ese hecho, especialmente cuando uno de los ataque le pasó muy cerca y, a pesar de que no lo alcanzó, la onda de impacto sí lo hizo.


Jarek miraba asombrado mientras su gemelo lo hacía inquieto. Jared miró por encima de su hombro, Tomás y Armán estaban tan concentrados como su hermano. Era un espectáculo, no lo podía negar, pero algo no estaba bien. Janina había golpeado varias veces a ese demonio cuando ninguno de ellos pudo siquiera rozarlo ¿Dónde estaban los poderes de precognición? ¿Los estaba Janina suprimiendo? ¿Por qué estaban su hermano y él allí si ella podía con el demonio? Jared se aferró a su cuchillo.
-Está cansada- dijo Armán. Todos miraron a Janina. Era cierto, cuando se detenía trataba de tomar aire. Los poderes de los sacerdotes no eran para atacar, la fuerza vital de Janina se estaba yendo.
-¡Janina! ¡Cuidado!- pero fue demasiado tarde para la advertencia de Armán. Del suelo emergieron unos tentáculos negros que tomaron a Janina de los tobillos, las muñecas y el cuello. Jarek, Tomás y Armán fueron a ayudar pero chocaron contra algo invisible que no los dejaba avanzar.
-En un momento lidiare con ustedes, cazadores- Loredas tenía la mano en alto en dirección a ellos. Lo que sea que los estaba frenando era obra suya. Armán dio varios pasos atrás y desenfundó su pistola. Tomás y Jarek se quitaron segundos antes de que comenzara a disparar. Jared no prestaba atención a eso sino a Remigras. Caminó hacia Janina que trataba en vano de librarse de los agarres. Entonces pasó. Los ojos de Remigras cambiaron de humano a demonio, la negrura abarcó todo y entonces comenzaron a brillar. Levemente, pero Jared había visto suficiente tiempo en los ojos de los demonios para conocer alguna diferencia. Loredas dio un salto atrás segundos antes de que las ataduras de Janina desaparecieran en una explosión de luz, que de haber alcanzado a Loredas le habría hecho daño. La precognición había regresado. Janina levantó su mano hacia los cazadores y el muro invisible desapareció, y ella cayó desmayada. Armán fue corriendo hacia ella mientras Tomás y Jarek fueron tras de Loredas. Jared contaba silenciosamente mientras atestiguaba lo que ocurría.

Su hermano y Tomás siendo aventajados por Loredas.

Y Armán no pudiendo llegar a tiempo donde Janina y sólo observar mientras nuevos tentáculos se aferraban a su cuerpo, se convertían en una especie de capullo y presionaban hasta que la sangre comenzó a filtrarse.