Jared entró dando tumbos a la habitación, era la única que no estaba cerrada de las que había encontrado. Jarek gruñó del dolor y comenzó a retorcerse para deshacerse de su agarre.
-¡Jarek! Quédate quieto
-La puerta ¡La puerta, coño!- Jared lo dejó ir pero se mantuvo muy cerca. El color en la cara de su hermano comenzaba a desvanecerse. Jarek llevó su mano derecha a la herida en su hombro y la empapó de su sangre, luego la juntó con la puerta, que hizo un sonido parecido a la puerta de un avión sellándose. Jarek retiró la mano para llevársela al pecho. No gritaba de dolor porque sabía que estaba siendo observado. Jared se acercó y pasó su brazo por los hombros de Jarek.
-Voy a matar a Maximilian
-Cállate y ayúdame a llegar a la otra puerta
-¿Cuál otra puerta?- Jarek señaló hacia el fondo de la habitación. Tenía razón, había otra puerta, pero no parecía dar hacia el pasillo sino a otra habitación. Jared admiró a su hermano, aún herido tenía sus sentidos en alerta. Jared lo ayudó a llegar y Jarek repitió el proceso, pero en lugar de ver como su hermano se tragaba el dolor, Jared lo acercó y empujó su cara contra su pecho. Jarek mordió la ropa pero eventualmente dejó salir un grito.

Lo que Max le había dado a Jarek eran hechizos simples, el que acababa de usar era de protección y básicamente selló la habitación. Ni la fuerza física más grande iba a poder romper esas puertas, estaban a salvo. Pero eso venía a un precio. Como Jarek no era un sacerdote, necesitaba su sangre para activar el hechizo, y al hacerlo éste se llevaba una parte de su energía vital. Al no tener el entrenamiento apropiado, eso era extremadamente doloroso. Y en el estado en que estaba, ese no era un lujo que podía darse.

Con cuidado, Jared sentó a su hermano en el piso y lo recostó de la pared, desgarró parte de la camisa para dejar la herida al descubierto. Tuvo mucho control de su cara para no expresar todo el miedo que lo asaltó al verla. Las armas de Jarek tenían una increíble potencia, hacían un desastre al disparar a un enemigo lejano. Un disparo a quemarropa se veía horrible. No tenía que preocuparse por la bala ya que estaba dentro de Loredas en ese momento pero había varias cosas para ocupar su lugar. La sangre seguía saliendo y el hueso estaba perfectamente visible.
-No debiste hacerlo, Jarek
-Te iban a llevar. Es todo lo que importa- Jarek hablaba con el rostro volteado hacia el lado opuesto de la herida.
Tenía miedo. Jared lo sabía porque el de él lo estaba devorando por dentro. Si un médico o Max no veían a Jarek… Jared negó con la cabeza. No, iban a salir de esa maldita casa.

Jared se rasgó su camisa y con eso hizo lo que pudo para vendar la herida de su hermano. Jarek se aferró a su antebrazo mientras él apretaba, incrementando la fuerza de agarre a medida que el nudo se hacía más apretado. Cuando terminó, Jarek intentó levantarse. Jared lo mantuvo en su sitio.

-¿A dónde crees que vas?
- Estar aquí no te garantizara la vida, salir de aquí, sí
-¿A qué te refieres? ¿Por qué…- Jared se quedó callado. Las intenciones de su hermano lo golpearon y el silencio que reinaba en la habitación no hacía nada para negárselo. –Jarek…
-Hay algo aquí que te quiere. Ese demonio, Loredas, me agarró a mí por error, es a ti a quien quiere, y estoy seguro que no es el único demonio aquí
-No me importa. Estamos seguros aquí, ya pensaremos en algo. Podemos…- Jarek tomó con fuerza a su hermano de los hombros.
-Tengo un hueco enorme en el hombro y quedarme aquí es morir desangrado frente a ti sin que puedas hacer nada. Tengo que asegurarme que vas a salir de aquí

Jared no podía sostenerle la mirada a su hermano, comenzó a buscar por toda la habitación por una ventana, algún punto que sirviera para anular el estúpido plan de Jarek, pero no había nada. Sólo un hueco en el techo que dejaba entrar luz de luna pero demasiado alto para que fuese humanamente alcanzable. Jared volvió a devolver la mirada hacia su hermano pero todo lo que pudo ver fue algo yendo hacia él antes de que la oscuridad cubriese todo.

Jarek atrapó el cuerpo de su hermano con su lado sano. Con cuidado lo dejó en el suelo, recostado de la pared. Jarek se miró su mano izquierda y el símbolo que llevaba. Esa era una salida fácil. Un hechizo de transporte. Los sacaría de ahí en un respiro pero no podía controlar dónde caerían. Si lo hacían en la casa, todo el clan les daría la espalda por tomar la salida de los cobardes, especialmente siendo los únicos sobrevivientes. No se vería bien para ellos, fácilmente podían ser acusados de abandonar a sus compañeros. No iba a arriesgar a su hermano a eso, si iba a vivir, que lo hiciera sin acusaciones o dudas. Jarek se inclinó y dejó un beso en la frente de su hermano, el nudo en su garganta se hizo más denso.

-Te amo, imbécil. Cuida de Karen por mí- Jarek salió por la puerta lateral, deshizo el hechizo y volvió a cerrar la puerta. Mientras fuese cuidadoso y nadie lo viera saliendo de allí, su hermano estaría a salvo. Todas las criaturas estaban reunidas en la puerta del pasillo. Llevaba sólo un revolver, sostener algo con el otro brazo era inútil, podía sentir como los nervios comenzaban a morir y su brazo se convertía en un inútil pedazo de carne y huesos colgante. Había miles de posibilidades pasando por su cabeza, pero esa…esa tenía que ser la que le asegurara a Jared escapar. Tenía que serlo.

Jarek abrió la puerta de la habitación conjunta hacia el pasillo y se adentró en los pasillos, tomó un pedazo de escombro del suelo y lo lanzó al piso inferior mientras bajaba por las escaleras. Cuando llegó al centro del recibidor vio hacia arriba y ya estaba rodeado. Todas esas cuencas vacías apuntaban en su dirección. Jarek se aferró a su arma y para sí mismo hizo algo que no había hecho desde que su gemelo había necesitado cirugía en la cabeza: Rezó.


Remigras se sujetaba la mano que el hechizo protector le había quemado al tratar de abrir la puerta de la habitación donde se habían resguardado los hermanos. Estaba tan cerca… y los cazadores seguían poniendo piedras en su camino. Afortunadamente para él, sabía la distribución de esa casa. En la habitación contigua había una puerta que conectaba a esa.
-Quédense aquí- ordenó a sus creaciones –si algo se mueve fuera de esta puerta, atrápenlo pero no lo maten. No quiero más errores- Las criaturas no dieron ningún tipo de respuesta y él no la necesitaba. Sabía que obedecerían, y la lengua era lo primero que les había quitado comenzando sus experimentos de transformación. Los gritos era la parte que menos disfrutaba de sus experimentos, le hacían perder concentración.

Frente a la puerta, Remigras agitó su mano para abrirla con sus poderes pero nada pasó. Lo intentó nuevamente, esta vez con un poco más de fuerza, pero fue lo mismo. La puerta absorbía sus poderes. Estiró la mano para abrirla pero volvió a ser quemado antes de siquiera tocarla. Remigras maldijo y lanzó un ataque completo que tampoco hizo algo para abrirla. Antes de que intentara algo más radical, la puerta se abrió. Si el cazador no hubiese estado mirando a un lado al salir, se hubiesen encontrado cara a cara. Remigras aprovechó los preciados segundos y se ocultó. El cazador pasó a su lado sin percatarse de su presencia y a Remigras nada le indicaba que era el hermano que quería. Su contacto dentro de los cazadores le había provisto de una muestra de sangre de Jared que ahora estaba dentro de Remigras y con ella podía diferenciar a los gemelos. Sólo tuvo que poner un pie dentro de la habitación para que sus adentros le dijeran que el inconsciente apoyado en la pared era Jared. Estaba completamente a su merced y su protector lo dejaba para disfrutarlo.

No más piedras en el camino. No más espera. Remigras cerró la puerta con una sonrisa.


Fue un grito que hizo eco en su cabeza y un dolor que lo atravesó con la velocidad de un rayo. Jared despertó abruptamente y comenzó a buscar desesperadamente por su hermano, barrió la habitación con los ojos dos veces. No estaba. En ninguna de las dos inspecciones se dio cuenta de quien lo miraba desde debajo de la ventana. No lo hizo hasta que lo escucho saludar.
-Hola Jared- Jared respondió instintivamente a la voz que no era de su hermano. Buscó por sus armas pero no tenía ninguna. Nada de pistolas o cuchillos. El extraño rio, se levantó del suelo y se acercó. Cuando la luz iluminó su rostro, toda la atención fue hacia los ojos completamente negros. Jared se levantó y buscó en el cuarto de nuevo, esta vez por algo que usar. El demonio sacó un cuchillo que Jared reconoció como suyo. Y para su sorpresa se lo entregó.
-Sólo quiero hablar, cazador. Necesito tu ayuda- Despacio, prestando atención a cada movimiento, Jared se inclinó a tomar el cuchillo.
-¿Qué quieres?-
-Ya te lo dije, ayuda. Al igual que tu hermano allá abajo- Eso lo alarmó. Lo había hecho, había ido. Maldito Jarek.
-Tengo que ayudarlo-
-¡No puedes!- El demonio lo tomó del hombro para detenerlo. Jared empuño el cuchillo con fuerza y atacó. El demonio retiró la mano a tiempo. –No duraras si sales. Tanto tú como tu hermano serán descuartizados por esas cosas. Son demasiadas-
-Me las he visto peores- el demonio se interpuso entre él y la puerta. Estaba prohibido pero Jared comenzaba a considerar matarlo. O al menos cortar algunos músculos de su cuerpo humano. –Esta es la única advertencia que te daré: Quítate. Necesito ayudar a mi hermano-
-Lo que harás será lo contrario si sales. Tu…- el golpeteo repetido de un objeto cayendo desde la ropa del demonio lo interrumpió. Jared se movió más rápido que él y lo tomó. Era pequeño y transparente, dentro había algo negro, una sustancia muy viscosa. Cuando Jared acercó el recipiente para ver mejor su contenido, éste comenzó a desprender un leve brillo que fue del violeta al rojo y viceversa.
-¿Qué es esto?- el demonio hizo el intento de tomar el envase pero Jared fue más rápido. Se dio cuenta de otra cosa -¿Qué pasa con tus poderes?- por la forma en que el demonio se retrajo en sí mismo, Jared había hecho la pregunta importante. Y no hacía falta que él respondiera.
-No los tienes…eres un demonio rastrero- El demonio se lanzó sobre él pero se detuvo tan pronto como lo intentó. -No soy un demonio rastrero. Alguien me quito mis poderes, y he trabajado muy duro para tratar de tenerlos de vuelta así que dame eso- Jared arrugó su entrecejo y miró el envase en su mano.
-¿Estos son tus poderes?-
-Una solución temporal. Se desvanecen con el tiempo, necesita más trabajo. Por eso quiero que me lo devuelvas- el demonio hizo otro intento de tomar el envase y volvió a fallar. Jared no escuchaba lo que el demonio decía, pero su voz hacía eco en su cabeza. Los enemigos eran demasiados, su hermano estaba herido, él no tenía nada para enfrentarlo que un cuchillo… pero quizás no tenía que hacerlo sólo con eso.
-¡NO!- el grito trajo su mente de vuelta la habitación –Sé lo que estás pensando, cazador. ¡Eso es mío!- esta vez el demonio se lanzó sin ningún refreno y casi toma desprevenido a Jared, que en un par de movimientos lo lanzó al suelo. -Dijiste que necesitabas mi ayuda ¿para qué?-
-Salir de aquí. Loredas me ha tenido encerrado. Pero no puedes tomar eso, es mio ¡MIO! Me ha costado mucho conseguir esos poderes temporales y no vas…- Un grito lo interrumpió, era lejano pero aún audible donde ellos estaban.

Jared abrió el envase e ingirió su contenido.

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Jared sentía que le faltaba el aliento, que por su nariz entraba aire en forma de ásperas piedras, y cada vez que llegaba a él el sonido de los huesos del cuerpo de Janina rompiéndose, la sensación se hacía peor. No se podía mover, su posición era perfecta para detectar cualquier cosa que Loredas intentara o que amenazara a su hermano o compañeros cazadores. Jared y Tomás no se dieron cuenta de lo que acababa de ocurrir, estaban tratando de acertar un golpe a Loredas, sin éxito. Armán estaba parado a varios metros del capullo negro que se hacía más pequeño a cada minuto. Sus pistolas colgaban débilmente de sus manos y sus hombros estaban caídos. Jared lo comprendió en ese momento, no luego de que Armán soltará un grito de ira y tristeza, no después que se uniera a los demás en pelea contra Loredas y la tomara para sí mismo o ver las lágrimas en sus ojos luego de levantarse tras recibir un golpe en la nuca del demonio: Armán quería a Janina.

Jared contuvo las lágrimas que querían salir. Su vista se nublaría y podría perderse algo. Armán usaba todo lo que tenía con él y lo que podía conseguir a la mano, pero nada lo ayudaba. Las balas no llegaban a su objetivo, los cuchillos iban directamente al suelo, al igual que todo lo que le arrojaba. Loredas se limitaba a saltar por las paredes, desaparecer y reaparecer, a no dejar de sonreír. No tenía que atacar, lo que estaba haciendo funcionaba de maravillas. La ira de Armán aumentaba y esa sería su perdición. -¡AYUDENLO!- le grito Jared a Tomás y Jarek, que se habían quedado quietos viendo la explosión de rabia de Armán. Ambos asintieron y se unieron. Jared seguía contando en silencio.

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Loredas desapareció antes de que Tomás pudiese tomarlo del cuello, reapareció detrás de él y lo golpeó en las costillas con una patada. Tomás gritó pero en lugar de caer se volteó con pistola en mano. Le apuntaba a Armán que venía cargando en su dirección. El golpe de la caída más el peso de Armán sobre él lo hizo gritar aún más fuerte. Jarek tenía sus pistolas en alto tratando de apuntar en algún sitio en el cual Loredas fuese a aparecer pero el demonio era demasiado rápido.

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El sonido de la detonación lo asustó, con el corazón latiendo salvajemente Jared buscó por su hermano. Muchos escenarios pasaron por su cabeza en segundos, donde Loredas lo desarmaba y hería. Pero Jarek estaba bien, al igual que Tomás y Armán. Loredas estaba a unos metros de su hermano, boca abajo y quejándose. Jared sonrió. Jarek disparó hasta que se acabaron las balas y Loredas no escapó a ninguna.

-¿Jared?- llamó su hermano. Jared se acercó y sacó sus cuchillos.
-Su poder de premonición no es permanente. Necesita activarlo y se desgasta luego de un minuto. Luego de eso…- Jared maniobró uno de sus cuchillos en la mano antes de lanzarlo hacia Loredas. El cuchillo se enterró en la espalda. El demonio gritó. Armán se lanzó a atacar pero Tomás lo derribó. Armán comenzó a gritar amenazas pero Tomás lo mantuvo contra el suelo. Loredas dejó de quejarse y comenzó a reír.
-No deberían estar tan pendientes de mi- El demonio levantó la cabeza y alzó la mirada. Jared y Jarek lo imitaron.

Atentos a cada movimiento estaban cientos y cientos de criaturas como las que estaban muertas a unos metros de ellos. Algunos con más pústulas que otros o más aspecto animal que humano, pero definitivamente eran de la misma especie y todos llevaban un collar de metal. Jared dejó salir una bocanada de aire involuntariamente y todos los ojos de las criaturas se centraron en él. Poco a poco los gemelos bajaron las miradas. Si antes creían que eran demasiados, ahora estaban seguros que no saldrían con vida de ese lugar si se les echaban encima. Tomás y Armán parecían haberse dado cuenta porque ellos también dejaron de forcejear. El único que se movía era Loredas que, riéndose, se puso de pie y poco a poco se sacó las balas y el cuchillo.

-No necesito poderes para estar dos pasos delante de ustedes, cazadores. Pero por si acaso…
Los ojos de Loredas comenzaron a brillar. Jarek dio un paso adelante para detenerlo pero Jared lo tomó del hombro. Las criaturas caerían sobre ellos al mínimo movimiento para atacar a Loredas.
Una ráfaga de disparos resonó por todo el salón. Los gemelos sacaron sus armas. Todo pareció andar en cámara lenta: Loredas cayó de rodillas con sus ojos volviendo a la normalidad, lo que daba pasó a ver a Armán con el arma en alto con el dolor aún latente en su mirada y Tomás tratando inútilmente de detenerlo. Finalmente, los gemelos miraron hacia arriba y se vieron cara a cara con la horda que acabaría con sus vidas.

-No, no, no ¡NO!- Todo alrededor de Remigras salió volando. Loredas se había desviado del plan, ese maldito ambicioso. Hasta tuvo que usar sus poderes para eliminar a la sacerdotisa, y ahora eso le daba más trabas a su plan. Jared estaba rodeado y a menos que interviniera, no iba a salir vivo. Luego de que todo terminara, iba a consumir a Loredas hasta el último gramo de su alma. Remigras ennegreció sus ojos y se conectó con todas sus criaturas, lo bueno de haber experimentado con mente de colmena. Todas hacían lo que él decía.
Las dirigió a todas hacia los dos cazadores sin importancia. Ambos dieron pelea pero no fue suficiente contra tantos. Entre cuatro desmembraron a uno y el otro murió con su propia espada enterrada en su cráneo. Ahora a los otros dos. La idea era dejar a Jared con vida así que el gemelo era prescindible. Cuando la horda fue por él se vio repelida por una gran sacudida de fuerza, las criaturas, todas, cayeron al suelo. Remigras gruñó.

Loredas estaba de pie pero su aspecto era el esperado tras recibir tantas balas de madera al mismo tiempo. Su piel estaba pasando al color gris y un líquido color negro estaba comenzando a filtrarse por ella. Antes de que Jared o la horda pudieran detenerlo, Loredas tomó por el cuello a Jarek.
-¿Lo quieres?- Loredas comenzó a reír. -¡VEN POR ÉL! No es que vaya a arrancarle la columna vertebral o algo por el estilo- Tanto Jared como la horda se detuvieron. Jared notó eso pero no le prestó atención. Su corazón estaba latiendo en sus oídos y su mente estaba trabajando a todo lo que podía para dar con una forma de quitar a su hermano de las manos del demonio moribundo. Sus manos comenzaron a temblar y sudar. No era la primera vez que se encontraban en una situación así pero se sentía como si lo fuese. Quizás eran las criaturas que tenía a sus espaldas.

Remigras sonrió.

Tomaste al gemelo equivocado

Loredas gruñó mientras los experimentos de Remigras tomaban al otro cazador.
-¡JARED!- el otro se removió en su brazo, Loredas apretó más fuerte alrededor de su cuello. Si no iba a tener ventaja sobre Remigras, iba por lo menos a tener un nuevo cuerpo cuando el moribundo que tenía colapsara.

Jared trató de luchar contra las criaturas pero en un momento lo desarmaron y retuvieron. Su agarre se sentía como una garra mecánica, era imposible moverse. Jared miró a su gemelo a los ojos mientras lo arrastraban. Ese era el final, y lo recibiría con las dos personas que más amaba. Cerró los ojos para evocar la imagen de Alexander. Su sonrisa, lo feliz que era recibir un amanecer en su cama. Jared susurró un te amo y abrió los ojos. Y fue de nuevo como si el tiempo corriera más lento.

Jarek tomó su revólver y lo pegó a su hombro. Disparó. El chillido de Loredas fue señal de que la bala llegó a él. Jarek se liberó del demonio y comenzó a disparar hacia las criaturas. Cuando una bala derribó a su principal captor, Jared aprovechó para tomar alguna de sus armas de los otros. Un juego de cuchillos y un revolver. Mientras corría hacia su hermano, que caía al suelo aun disparando el revólver vacío, fue arrojando cuchillos a aquellas criaturas que se levantaban del suelo e iban tras él. Luego comenzó a disparar. Cuando llegó donde Jarek, rápidamente lo levantó, lo apoyó de su cuerpo y siguió corriendo.

Las criaturas caídas se levantaron, del piso superior cayeron nuevas. Todas siguiendo el rastro de sangre detrás de los hermanos.


Los cazadores entraron con las armas en alto, esperando una emboscada del otro lado, pero el lugar estaba vacío. Destruido, con un intenso olor a humedad y abandono. La luz de la luna se filtraba por los pequeños agujeros en el techo, que no hacia mucho por la oscuridad reinante y a una de las escaleras que llevaba a los pisos superiores le faltaba la mitad, lo que quedaba de los muebles estaba repartido por todo el recibidor y en un par de ocasiones las ratas salieron de un escondite para entrar en otro. Janina se abrió paso entre los cazadores y se posicionó delante de ellos, cerró los ojos y echó la cabeza para atrás. Segundo después se volteó hacia sus compañeros.
-El lugar está desierto y nuestro amigo en la planta superior-
-¿Cómo puedes saber eso?- preguntó Jarek
-Janina no sólo es una sacerdotisa, también es una rastreadora. Cualquier fuente de energía dentro de su perímetro de búsqueda será detectada por ella. Nos será útil con un demonio tan escurridizo- Respondió Tomás.
-Entonces hice bien en traer a mis amigos- Los cazadores no tuvieron tiempo de buscar de donde venía la voz del demonio, fueron asaltados de la nada y lanzados al suelo. Sólo podían cubrirse mientras los golpes caían, y cada uno dolía como si fuese un mazo.
Jared fue el primer en contraatacar. Sacó una navaja de su manga y lanzó una estocada que aterrizó en un buen sitio porque escuchó un chirrido y los golpes pararon el tiempo suficiente para que se pusiera de pie. Estaban rodeados por decenas y decenas de cosas que nunca había visto. Tenían forma humana pero su piel estaba al rojo vivo, con pústulas, vestían ropas rasgadas y las cuencas de sus ojos estaban vacias. Todos llevaban un collar de metal.
Jared desenfundó sus pistolas. Sin importar qué fueran, pocas cosas se levantaban luego de ser golpeadas por balas de madera bendecidas, pero antes de que pudiese disparar algo cargó contra él desde su espalda. Jared maldijo. Descuidar la espalda era un error de novatos. Aprovechó la fuerza de la caída para apoyarse del suelo y empujar hacia atrás, su atacante cayó. Jared  rápidamente tomó las armas del suelo y comenzó a disparar. Había tres y uno no había terminado de sacarse su navaja cuando recibió el disparo. Cuando vio que no se movían, Jared fue a ayudar a los demás. Había demasiados para él solo derrotarlos pero con quitarle los que tenían los demás encima bastaba.


Remigras estaba en una esquina, a cubierto por la oscuridad reinante en la casa. Jared atacaba de una manera rápida y eficaz, siempre a matar. Remigras estaba emocionado, como no lo había estado en mucho tiempo. Cuando su experimento se uniera a semejante espécimen…las posibilidades eran infinitas. Lo único fuera de lugar en su plan eran las criaturas.
Loredas las había soltado demasiado pronto y tres de ellas estaban bloqueando a Jarek de ir a rescatar a sus compañeros. La más grande de las tres se lanzó a atacar. Jarek aprovechó para lanzar un puñetazo, que acertó, y seguido de eso clavarle uno de sus cuchillos en la parte superior del cráneo. Antes de que las otras dos atacaran, Remigras las eliminó todas con chasquido de sus dedos. Con sus poderes, bajó a Loredas hasta el salón. Se arrastró por la oscuridad y tomó a Loredas por la espalda, se acercó a su oído para susurrar
-No arruines mis planes, Loredas- y con eso desapareció. La amenaza en la voz de Remigras envió una ola de miedo por todo su ser.


Jared aún trataba de encontrar explicación a la repentina caída de las criaturas. Todas estaban muertas, o al menos así parecían.
-¿Jared?-
-¡¿Jarek?!- Jared fue donde su hermano a ayudar. Jarek se estaba quejando
-Uno de esos malditos me mordió- Jarek no tenía que decirlo. Su gemelo lo estaba viendo, justo en el antebrazo estaban las impresiones de la mordida y la sangre. Con el cuchillo que tenía en la mano, Jared cortó parte de su camisa y la usó para tapar la herida. Janina se acercó. Lucía terrible, su cabello estaba hecho un desastre y tenía rasguños tanto en la cara como en los brazos.
-Déjame ver eso- Jared levantó su cuchillo y lo puso entre la mano de Janina y el brazo de Jarek.
-No lo toques- Tomás y Armán se acercaron con sus armas en alto.
-¿Qué ocurre, Jared?- Pregunto Tomás.
-No dejaré que alguien que falló al decirnos que este sitio estaba vacío toque a mi hermano. Ustedes deberían redefinir su categoría de sacerdotes estrella- Jared sostuvo su dura mirada con Janina hasta que Jarek lo tomó del hombro.
-Ya. Déjalo. Ayúdame a levantarme- Jared lo tomó del brazo sano. De pie, Jarek se acercó a una de las criaturas
-¿Alguien tiene idea de lo que son?- Los otros cazadores miraron a los caidos a su alrededor y todos negaron con la cabeza.
-Parecieran humanos, pero…- Janina se agachó para tocar a una de las criaturas, pero terminó rodando por el suelo hasta pegar contra los restos de un mueble. Los cazadores desenfundaron sus armas y se cubrieron las espaldas.
-¿Janina?- llamó Armán.
-Estoy bien-
-Por ahora- La puerta y ventanas de la casa se cerraron y la temperatura bajó de golpe. De la oscuridad emergió el demonio con una sonrisa. –Espero mis amigos los hayan hecho sentir bienvenidos- Los cazadores abrieron fuego pero el demonio desapareció. Era inútil, un demonio en tanta oscuridad era imposible de atrapar. Cuando reapareció lo hizo frente a Tomás, pero antes de que el cazador pudiera hacer algo, lo desarmó, lo tomó del brazo y lo lanzó al otro extremo del salón. Volvió a desparecer y su voz resonó por toda la casa.

-Podría matarlos, cazadores. Quiero que lo sepan en cada fibra de su ser antes de que lo haga. Voy a…- lo siguiente que se escuchó fue un estruendo, un rayo de luz de luna creció en intensidad hasta iluminar todo el salón. De nuevo se escuchó el estruendo pero esta vez los cazadores pudieron ver de dónde venía. Era el demonio, yendo a toda velocidad contra una pared y chocando con ella como si fuese un muñeco de trapo. Tomás, que ya se había incorporado y unido al grupo, junto a los demás miraron en dirección de donde el demonio había venido. De la intensa luz salió Janina. Su cabello flotando en todas las direcciones, sus puños emitiendo un brillo plateado de luz de luna y una intensa mirada que decía que se había cansado de los juegos del demonio.


Tomás y Armán sonrieron y se movieron hacia atrás.
-Les recomiendo que nos acompañen, muchachos. Esto acaba de pasar de nuestro nivel- Ambos obedecieron pero no sin apartar la vista. Habían visto a Karena hacer muchas cosas como sacerdotisa, pero nunca algo como eso. Janina parecía una mezcla entre una guerrera elfo y un mensajero de la luna. El demonio se levantó con su sonrisa pedante.
-Al fin. Entretenimiento. Loredas es mi nombre, sacerdotisa. Quiero que lo escuches en tu mente cuando te arranque el corazón- Loredas se lanzó al ataque, al igual que Janina. Su velocidad era increíble, los cazadores apenas podían mantener el paso de la pelea. El primer golpe lo acertó Janina. Loredas salió disparado contra el techo y al bajar Janina lo estaba esperando con otro golpe que Loredas logró evitar al lanzarle una especie de niebla negra en la cara a la sacerdotisa. Janina retrocedió mientras se la quitaba de la cara. Loredas aprovechó para acertarle un buen número de golpes y, con su poder, lanzarla contra el techo. Janina utilizó el suyo para atacar desde arriba. Los que no acertaban dejaban en el suelo una marca parecida a la de una bola de demolición. Janina era poderosa. Loredas parecía sorprendido por ese hecho, especialmente cuando uno de los ataque le pasó muy cerca y, a pesar de que no lo alcanzó, la onda de impacto sí lo hizo.


Jarek miraba asombrado mientras su gemelo lo hacía inquieto. Jared miró por encima de su hombro, Tomás y Armán estaban tan concentrados como su hermano. Era un espectáculo, no lo podía negar, pero algo no estaba bien. Janina había golpeado varias veces a ese demonio cuando ninguno de ellos pudo siquiera rozarlo ¿Dónde estaban los poderes de precognición? ¿Los estaba Janina suprimiendo? ¿Por qué estaban su hermano y él allí si ella podía con el demonio? Jared se aferró a su cuchillo.
-Está cansada- dijo Armán. Todos miraron a Janina. Era cierto, cuando se detenía trataba de tomar aire. Los poderes de los sacerdotes no eran para atacar, la fuerza vital de Janina se estaba yendo.
-¡Janina! ¡Cuidado!- pero fue demasiado tarde para la advertencia de Armán. Del suelo emergieron unos tentáculos negros que tomaron a Janina de los tobillos, las muñecas y el cuello. Jarek, Tomás y Armán fueron a ayudar pero chocaron contra algo invisible que no los dejaba avanzar.
-En un momento lidiare con ustedes, cazadores- Loredas tenía la mano en alto en dirección a ellos. Lo que sea que los estaba frenando era obra suya. Armán dio varios pasos atrás y desenfundó su pistola. Tomás y Jarek se quitaron segundos antes de que comenzara a disparar. Jared no prestaba atención a eso sino a Remigras. Caminó hacia Janina que trataba en vano de librarse de los agarres. Entonces pasó. Los ojos de Remigras cambiaron de humano a demonio, la negrura abarcó todo y entonces comenzaron a brillar. Levemente, pero Jared había visto suficiente tiempo en los ojos de los demonios para conocer alguna diferencia. Loredas dio un salto atrás segundos antes de que las ataduras de Janina desaparecieran en una explosión de luz, que de haber alcanzado a Loredas le habría hecho daño. La precognición había regresado. Janina levantó su mano hacia los cazadores y el muro invisible desapareció, y ella cayó desmayada. Armán fue corriendo hacia ella mientras Tomás y Jarek fueron tras de Loredas. Jared contaba silenciosamente mientras atestiguaba lo que ocurría.

Su hermano y Tomás siendo aventajados por Loredas.

Y Armán no pudiendo llegar a tiempo donde Janina y sólo observar mientras nuevos tentáculos se aferraban a su cuerpo, se convertían en una especie de capullo y presionaban hasta que la sangre comenzó a filtrarse.


Desde una ventana de las casas abandonadas Remigras observaba todo el espectáculo. La camioneta donde viajaban los cazadores y su objetivo estaba dejando de dar vueltas, nadie moriría allí, de eso se aseguraría él. La muerte de los demás estaba a cargo de sus demonios y su objetivo debía llegar con vida a sus manos. Loredas estaba de pie en medio de la carretera donde el auto ahora reposaba destrozado, los poderes que le había dado estaban dando resultados. Loredas no era más que un alma torturada recién convertida en demonio cuando lo encontró para que jugara un papel en su plan, ahora era capaz de destrozar bienes humanos con solo mover su mano.

El primer cazador salió de debajo de la camioneta. Remigras sonrió. El espectáculo estaba por comenzar. No era ninguno de los Ross, así que su interés por él era mínimo, pero era el primero en salir y quería ver qué hacía. El cazador atacó de frente a Loredas y en menos de un minuto estaba en el suelo. El poder de premonición había probado ser más útil de lo que hubiese pensado, era lo que estaba haciendo que su experimento más prometedor estuviese cerca de conseguir un sujeto de pruebas. Claro, que no todo era perfecto, y allí era que quería observar a los cazadores en acción. Loredas tenía un impresionante poder, sí, pero que tenía una desventaja que, en manos correctas, sería el cuchillo al cuello del demonio. Él no advirtió a Loredas al respecto ¿Cuál sería la diversión entonces?

Jared se retorció en su asiento. Armán había salido a hacerles algo de tiempo pero no lo estaban aprovechando. Tomás estaba en la misma situación que él en el asiento delantero y ni la sacerdotisa ni Jarek estaban conscientes. Eso en parte aumentaba la desesperación de Jared. Tomó uno de sus cuchillos y cortó su cinturón, el de la sacerdotisa y el de Tomás. Ambos salieron a ayudar a Armán, Jared se acercó a su hermano inconsciente y con cuidado cortó su cinturón, poco a poco lo tomó en brazos.

-¡Jarek! No es momento para estar dormido ¡despierta!- Avanzar por el ya estrecho espacio se hacía imposible llevándolo. Y por como sonaba la batalla afuera no quería estar dentro por mucho más tiempo. Tomás y Armán gritaban con tanta intensidad que no sabía si los estaban matando o ellos estaban masacrando el cuerpo del demonio. Un horrible sonido metálico opacó a todos los demás, Jared se aferró al cuerpo de su hermano y cerró los ojos cuando todo a su alrededor comenzó a estremecerse. Al Jared abrir los ojos la mitad de la camioneta ya no existía y la mitad en que ellos estaban había sido lanzada a cien metros, y el panorama afuera no era nada agradable. Los gritos de los cazadores no eran por ira o pasión, sino por frustración. Por cada movimiento que ellos hacían, el demonio hacía dos, uno para bloquear y otro para golpear. Era como ver a un adulto jugar con niños.

-Jared- Hasta ese momento, Jared no sabía que estaba aguantando el aire. Lo dejó salir todo y golpeó a su hermano en el hombro.

-¡¿Por qué fue eso?!- Jared señaló a la pelea.

-Por hacerme perder eso al tener que cuidarte- Jarek sonrió y sacó uno de sus revólveres.

-Permíteme compensar- Apuntó y disparó. El demonio cayó al asfalto gritando de dolor. Los cazadores y la sacerdotisa voltearon. Los gemelos salieron de los restos de la camioneta se pusieron de pie. La cara de asombro de todos hacía a Jared reir. Su hermano tenía la mejor puntería y alcance registrados en toda la historia del clan. Pasaba dos horas diarias practicando y manteniendo su destreza con las armas.

-Jared, te toca- Jared echó a correr hacia donde había caído el demonio. Su hermano era bueno con las armas de fuego, él prefería algo más directo. De los costados sacó un par de cuchillos, pasó a los cazadores y sacerdotisa, brincó hacia el demonio…y hasta ahí llegó. El golpe en el estomago dolió más que todas las vueltas dentro de la camioneta, sentía la presión de la sangre en su cara y alrededor de sus ojos. El demonio estaba de pie, sonriendo, viéndolo con esos ojos llenos de negro que borraba iris, pupila y esclerótica. La fuerza del golpe lo envió más allá de donde estaban los cazadores. Antes de caer, Jared le lanzó uno de los cuchillos pero el demonio lo atrapó.


Remigras soltó una carcajada. Eso estaba resultando muy divertido. Aplaudió a Loredas por hacer creer que la bala le había dado. Estaba satisfecho, los Ross dieron una pequeña probada de sus extraordinarias capacidades y él no podía esperar a tener lo que quería.

-Un poco más, pequeños. Un poco más y quizás tengan una oportunidad para vencer

Los cuatro cazadores atacaron juntos mientras la sacerdotisa se quedaba atrás. Estaba reuniendo energía, Remigras podría sentirlo, y desde donde estaba podía matarla, no tomaría mucho trabajo, pero eso eventualmente sucedería así que no había razón para adelantarse. Remigras se comunicó con Loredas.

-La sacerdotisa intentará algo, Loredas. Reagrúpate antes de que tu tiempo se acabe- El demonio derribó a todos los cazadores, hizo un asentamiento con la cabeza casi imperceptible y echó a correr hacia la casa.


-¡Párenlo!- gritó la sacerdotisa, pero era muy tarde, el demonio ya estaba demasiado lejos. Los cazadores se agruparon alrededor de ella. A cada uno le dedicó una mirada asesina.

-Necesitaré algo de tiempo para recuperar esta cantidad de energía.

-¿Qué energí…- Antes de que Jarek pudiese terminar sintió una corriente por todo el cuerpo, calmando sus heridas, encargándose del terrible dolor en sus costillas que el accidente le había dejado.

-Esa energía- dijo Jared. Jarek miró al grupo.

-¿Todos sintieron eso?- Todos asintieron –Eso es curación…tú nos curaste ¿Cómo es eso posible? Creí que sólo un gran sacerdote podía manejar esa clase de poder- La sacerdotisa esbozó una media sonrisa pero no respondió.

-Janina- le dijo Tomás. La sacerdotisa hizo una mueca y respondió –No es curación como tal. Sigues teniendo tus heridas, toma lo que hice como un poderoso calmante. Esa energía era para dejar inmóvil a ese demonio, aunque seguro hubiese visto eso también. Ese maldito poder de premonición hará todo esto más complicado, aunque no sé por qué se escondió en esa casa en lugar de desaparecer de aquí- Janina apuntó a una de las casas abandonadas de la zona. Era enorme, probablemente tres pisos, y el tiempo no había sido generoso con ella. Ya no quedaba pintura en las paredes y las puertas y ventanas apenas se sostenían en su sitio. Era el tipo de lugar que te hacía pensar que todas las cosas horribles de las películas de terror sí ocurrían. En lugares como ese. A Jared y Jarek la visión de la casa los incomodaba, invocaba la voz de su abuelo pidiendo cautela y contando la historia de Jeremías.

-Sabemos dónde está. Vamos por él- Jarek fue caminando a la casa.

-¡Espera!- le gritó Armán. No puedes ir allí sin un plan. Esto no es una de tus misiones básicas de…- Jared se plantó frente a Armán y acortó la distancia entre sus rostros hasta que Armán retrocedió.

-¿No es eso por lo que estamos mi hermano y yo aquí? Los planes no funcionan con este tipo ¿no es así? El único plan es que lo vamos a mandar de vuelta al inferno. Deja la actitud y haz tu parte. Mi hermano ya ha salido herido y no dejaré que algo peor pase porque tu tiene un palo atascado en el culo. Vamos- Lo último lo dijo para todos. Dio media vuelta y se unió a Jarek camino a la casa.

-Eso estuvo increíble, hermano- le dijo Jarek en voz baja.

-Cállate, Jarek. Odio al abuelo y sus historias. Tengo miedo de entrar en esa maldita casa- Jarek descansó su mano en el hombro de Jared.

-Sabes que te cuidaré, deja el miedo. Concéntrate en odiar al abuelo- Ambos sonrieron.


Remigras apenas podía creer lo fácil que todo estaba resultando. Desde la ventana veía emocionado como sus presas entraban por su propia voluntad a su muerte. Y su objetivo especifico a su nueva vida.

-Jared- susurró.


A pesar de todas las cosas que pesaban dentro de ellos, Jared y Jarek mantenían la mente totalmente despejada mientras se preparaban. Nunca dejaban que algo los distrajera en una cacería, esa podía ser la diferencia entre la vida y la muerte, y ambos tenían razones para regresar vivos. Escucharon la puerta abrirse pero no le prestaron atención, conocían las pisadas de quien acababa de entrar.

-Tanto filo como pueden cargar encima, automáticas, seguramente cargadas con balas de madera, y están haciendo eso de cargar diferentes armas para hacer esas piruetas que tanto les gusta. Diré que están yendo contra un demonio, que no saben muy bien cómo atacar y que probablemente trataran de lucirse… en la misión menos indicada para ello

-Piérdete Desirée- respondieron ambos al unisonó. Su hermana mayor era un dolor de cabeza, y con el tema de que ellos habían recibido el llamado y ella no, se había puesto peor. Desirée era una hermosa, talentosa y mortal cazadora con poderes de sacerdotisa. No era la única de su tipo, pero esa combinación era muy rara. Un cazador común no era capaz de soportar el sacerdocio, pero no había nada común en Desirée. Pertenecía al quinto nivel y todos los niveles inferiores la admiraban, entre ellos susurraban que la herencia de Roden Ross y su sangre no podía ser más pura de lo que corría por las venas de Desirée. Debido a eso su hermana se tomó a pecho ser la cazadora modelo y siempre guiarse por las normas del clan, y esa era la razón por la que su relación era tan tormentosa. Los gemelos se llevaban tan bien con su hermana como lo hacían con las reglas.

-¿Están totalmente seguros que pueden hacerlo? Porque deberían decirlo, fracasar en algo como esta sólo traería una mancha a nuestro apellido

-Creíamos que nuestra mera existencia era una mancha en nuestro apellido- dijo Jared

-No seas dramático, Jared. Sólo los estoy invitando a pensar en algo más que ustedes mismos- Jarek enfundó la última de sus armas y se unió a la conversación.

-A ver, si nosotros falláramos eso hablaría mal de nuestro entrenamiento como cazadores, y fuiste tú quien personalmente nos entrenó. Entonces ¿Quién estaría poniendo manchas en el apellido? ¿Nosotros o tú?- Una vena se hizo visible en la frente de Desirée, una sonrisa en los labios de los gemelos –Deberíamos avisarle a Pandora, Jared. Nuestra hermana menor merece la oportunidad de decidir si el entrenamiento al que está sometida es el que la llevara a alzar el nombre Ross hasta la estratosfera para llenarlo de tanta gloria que no sabrá qué hacer con ella- Desirée les dio una mirada fría a ambos. Se destacaba por ser una buena estratega y sabía que no podía salir vencedora contra los gemelos, no contra ambos al mismo tiempo al menos. Salió del cuarto azotando la puerta tras ella. Los gemelos disfrutarían eso tanto como pudieran. Desirée seguro se los haría pagar, pero valdría la pena.

A la salida de Desirée alguien más entró al cuarto. Jared se volteó a decir algo pero se quedó en silencio e hizo una reverencia.

-Alto sacerdote Maximilian- Saludó Jared

-Hola Max- saludó Jarek. Su hermano se volteó y le dio una mirada de reproche.

-Se te van a salir los ojos, cálmate- Maximilian soltó una carcajada y cerró la puerta tras él.

-Está bien, Jared. Me he acostumbrado a las peculiaridades de tu hermano menor

-Por dos minutos- aclaró Jarek.

-Y aún así sigues siendo menor que yo- Jarek bufó. Maximilian rió de nuevo pero esta vez se aclaró la garganta.

-No es mi intención interrumpirlos, sé que están preparándose para su…misión. Sólo quería dejarle algo a Jarek

-Sí, claro, pero la despedida no es sino hasta dentro de un par de horas- Jarek soltó una carcajada.

-Sinceramente, Jared, no sé cómo no terminaste con todos esos retardados de los sacerdotes. Max está hablando de algo que no puede darme frente a todo el mundo- Jarek se acercó a Maximilian, inclinó su cabeza y estiró sus manos con las palmas abiertas. – ¿Ves por qué me avergüenzas cada vez que aclaras que soy menor que él?- Maximilian rió y cubrió las palmas de Jarek con las suyas.

-Y aún así es la total verdad, amigo mío- Jared atestiguó todo sin la mínima idea de lo que estaba pasando. Su hermano separó sus manos de las del alto sacerdote de una manera brusca y vociferando obscenidades. A Jared le sorprendía la ligereza con que su hermano y Maximilian se tomaban las cosas estando juntos, era una muy rara amistad comenzando por la edad entre ambos y terminando con sus rangos dentro del clan. Cómo dos personas tan distintas eran tan amigos era una de las cosas que Jared atribuía a los misterios de la vida.

Jarek se miró las manos y luego, con incredulidad, a su amigo.

-Max…esto es…

-Para uso de total emergencia. Ahora me retiro. Jarek. Jared- Maximilian juntó sus manos e inclinó su cabeza. Jarek y Jared lo imitaron en respuesta. En lo que el sacerdote salió, Jared se acercó a su hermano que seguía viéndose las manos. Al percatarse que se acercaba volteó sus palmas.

-¿Qué es eso?

-Nada de lo que debas preocuparte, hermano. Terminemos aquí- No era la primera vez que Maximilian le daba ese tipo de regalos, sin embargo esta vez había sido algo muy distinto y eso lo confundía ¿Estaba Maximilian dándole algún tipo de mensaje? ¿O sólo estaba asegurándose que tuviese lo mejor para su misión? Jarek estaba indeciso si averiguarlo o no.


Todos los miembros del clan Ross que no estaban de servicio, y algunos que se lo saltaron, estaban allí para despedir a los que se iban con la hermandad. Era un evento que podía ir de dos maneras. Regresarían como parte de ese exclusivo grupo de cazadores o no regresarían en lo absoluto y sería la última vez que los verían con vida. Los gemelos hubiesen salido por la puerta trasera de no ser por su familia que también estaba entre los que los iban a despedir. Su madre los abrazó con fuerza, su padre les recordó lo orgulloso que estaba de ambos, Desirée fue tan política como lo esperaban y Pandora se lanzó a abrazarlos aún más fuerte que su madre con lágrimas en los ojos. Karena tuvo menos autocontrol y se aferró al cuello de Jarek para un beso muy largo e incomodo, para Jared un abrazo breve.
Lo mejor para los gemelos vino de parte de su abuelo, sentado en su silla de rueda se acercó a ellos con un paquete negro en las piernas. Jared se inclinó a recibirlo pero su abuelo lo golpeó en la mano, Jarek fue el único que no contuvo su carcajada. Su abuelo se levantó y deshizo el paquete que resultó ser dos sobretodos de cuero perfectamente doblados. Cuando Roden se levantó de su silla y deshizo el primero, casi todos los presentes aguantaron la respiración por la sorpresa, los gemelos también. Lo que su abuelo les estaba dando era un regalo simbólico que significaba mucho no sólo para su familia sino para casi todos los cazadores que existían. Dos sobretodos negros con una serpiente en uno y un tigre en el otro, bordados en la parte trasera. Eran propiedad de Roden y su compañero cazador, Marcos. No había foto o historia dentro de esas paredes que no incluyera esos sobretodos.

-Mi amigo y yo fuimos encomendados con una pesada carga, proteger a las personas de todo lo aquellos que acecha y trate de dañarlos. En lugar de tomar esa carga y dejar que nos consumiera, él y yo tuvimos un sueño: Crear una familia para que nos ayudase con tan pesada carga. Les estoy entregando a mis nietos las prendas que él y yo usamos durante la creación de nuestro sueño. Jared, Jarek, que les sirva de recordatorio: No importa qué pase, no importa lo pesado de la carga o lo incierto que sea todo, su familia siempre estará con ustedes, para ustedes- Ambos gemelos sonrieron y bajaron la cabeza en señal de agradecimiento a su abuelo. Una muestra de afecto más allá de eso y se adentraban en territorio desconocido.


Mientras dejaban la ciudad atrás, los gemelos pensaban en distintas cosas. Jarek en el presente de Maximilian y Jared en Alexander, lo injusto que era para ambos que él no hubiese estado despidiéndolo, compartiendo la preocupación con su familia de si iba a regresar o no. Las palabras de su abuelo lo hacían sonreír. Eran bonitas y tenían buena intención pero la verdad era otra. Decirle a su familia que estaba trabajando de mercenario para demonios no era tan malo en comparación a decirles que era gay.


El grito lo sacó de su línea de pensamiento y lo siguiente que supo es que el auto estaba dando vueltas y que su hermano gritaba de dolor.



El cuerpo de Remigras se encontraba sentado en el suelo, cruzado de piernas con los ojos cerrados. Su mente estaba en otro plano rodeado de nubes rojas y tormentosas. Allí esperaba por alguien.

-Se supone que los demonios no tiene ni una sola cualidad positiva. La puntualidad no hará nada bueno por tu reputación- Su cómplice estaba dentro de un cumulo de nubes rojizas y sólo la silueta de su cuerpo era visible. La conexión que estaba haciendo para sus reuniones era débil, y así se mantenía por peligro de que alguna sacerdotisa o sacerdote dentro de la casa de los cazadores se diera cuenta y todo fuese descubierto.

-Cuando tienes una inversión haces todos los sacrificios posibles. Dame noticias-

-Acaban de entrar a la reunión, deben estar proponiéndoles la misión mientras hablamos-

-¿Y de verdad piensas que aceptaran?- Su cómplice lanzó una carcajada.

-Dejando a un lado que son Ross, son cazadores. Hombres. Se dejan llevar por un instinto de querer ser más que otros, de probarse más capaces que los demás. Son brutos sin visión más de lo que se les pone delante. Aceptaran sin vacilar-

-Eso espero- dijo Remigras en tono serio. Su cómplice había probado ser de mucho uso pero esa era la misión primordial, por ese momento era que había trabajado tanto, no podía confiar nada. Remigras sí apreciaba la ironía de que ese momento estuviese pasando sin él haber levantado un dedo.

-Deja el tono amenazante. Los llevaré a la casa, tú encárgate de hacer tu parte y darme lo que me corresponde por esto.

Y si por un momento piensas traicionarme, Remigras, recuerda que es sabido que más peligroso que tratar de jugársela a un demonio, es tratar de hacerlo con alguien del clan Ross- Remigras gruñó.

-Ten cuidado con tu manera de dirigirte a mí. Bien puedo aparecer en casa de los Ross y hablarles de ti. No creo que eso ayude a tu búsqueda de poder-

Ambas figuras quedaron de frente, sin decir una palabra. El silencio sólo se rompió por el sonido de las nubes rojas desapareciendo junto al cómplice de Remigras. El demonio, sonrió e hizo lo mismo.



Jared y Jarek salieron del estudio de su abuelo sin decir una palabra o mirarse. No necesitaban de eso, sabían cómo se sentían, lo que toda la información confiada por su abuelo les hizo. Jared salió de la casa ignorando en el camino a su hermana mayor que despotricaba acerca de cómo era posible que ellos hubiesen recibido el llamado y ella no. Jarek se internó en los pasillos, recorrió cada esquina hasta que la encontró. Recostada de la baranda al inicio de las escaleras con la mirada perdida, se acercó a ella y la abrazó por detrás. Jarek cerró los ojos por unos segundos y al abrirlos tenía la mejor cara que podía poner. Karena era su fuerza, y en ese momento la necesitaba, pero no podía estar tan afectado a su alrededor, eso sólo la haría preocuparse. Le dio un beso en la coronilla y apoyo su cara en su cabeza.

-¿Cómo fue todo?-

-Muy bien. Salimos mañana en la noche- Karena se deshizo del abrazo y dio la vuelta para estar frente a Jarek, arrugó el ceño y tomó la cara de su novio en sus manos.

-¿Estás bien? Si no me equivoco, deberías estar más emocionado- Jarek sonrió pero por dentro maldecía. Karena era muy detallista y perspicaz.

-Por supuesto que sí. Es sólo que…tengo que prepararme y eso, lo que me deja poco tiempo contigo-Jarek dejó su mano en la parte baja del estomago de Karena –Quisiera aprovecharlo-

La puerta se cerró a empujones, la ropa cayó en trozos y la cama recibió a los dos cuerpos que trataban en fusionarse con besos y caricias. Jarek fue empujado hacia abajo, Karena se subió a él y se soltó el cabello. Jarek amaba eso, con el cabello suelto ella se veía millones de veces más hermosa. Levantó la mano para acariciárselo pero Karena lo tomó y lo dejó de nuevo abajo. Que ella tomara el control de esa manera era otra cosa que Jarek amaba. Karen atacó todo el cuerpo de Jarek y los gemidos le decían que hacía un buen trabajo, luego de un gruñido Jarek dejó la sumisión y tomó el control. Intercambiaron lugares y Jarek le devolvió el favor antes de realmente fusionarse, los gritos de ambos llenaban cada esquina del cuarto pero ninguno de ellos se filtraba al exterior debido a las modificaciones que Jarek le había hecho a las paredes.

Para cuando el último grito había sido expulsado, ambos estaban al límite de sus fuerzas. Jarek se apoyó sobre un brazo y con la mano del otro le quitó el cabello de la cara a Karena.

-Eres hermosa-

-Lo sé- Ambos soltaron una carcajada.

-¿Modesta?-

-Totalmente- Jarek se acostó y le besó el cuello

-Sabes que te amo ¿verdad?- Jarek no llegó a escuchar la respuesta. El cansancio el ganó y se quedó dormido. Karena lo sostuvo hasta que ella también cayó dormida.



Alexander estaba de pie leyendo un libro, una costumbre que había cultivado desde niño. Leer de otra manera le resultaba imposible. Llamaron tres veces a su puerta. Raro, no esperaba a nadie y no tenía suficientes conocidos como para…dejó el libro a un lado y se quitó los lentes. Fue a la cocina y tomó el cuchillo más largo que pudo encontrar. Su teléfono estaba cerca de la puerta así que iba a llamar a Jared mientras miraba quien era por el ojo de pez de la puerta. Aún había miembros de la manada de hombres lobo que trató de matarlo rondando por ahí.

Cuando vio que era Jared parado del otro lado su corazón brincó, dos veces. La primera por la tranquilidad de que no era otra persona o bestia, y la segunda porque sólo había una razón por la cual él llamaba y no entraba directamente. Alexander dejó el cuchillo y el teléfono a un lado y asentó ambas palmas en la puerta junto a su mejilla.

-¿Cuándo te tienes que ir?- Escuchar a Alex decir eso lo devastaba cada vez. No era justo lo que estaba haciendo, pero lo necesitaba. Jared apoyó la frente en la puerta.

-Mañana- Alexander cerró los ojos y paseó sus uñas por la puerta. Se moría por abrirla y abrazarlo pero Jared había establecido esa costumbre. Antes de irse a una misión no quería verlo para despedirse sino al regresar para saludarlo, en una ocasión Jared rompió su silencio al respecto y le dijo que la verdad era que no estaba seguro de tener las fuerzas para separarse de él, mucho menos de imponer su deber sobre sus sentimientos. Alexander sabía lo que eso significaba, él tenía el poder de hacer que Jared dejará su vida con tan sólo una petición, y ese era un poder que él no quería. Así como lo había salvado a él, había muchas vidas que Jared podría salvar. Sería eogista de su parte desviarlo de su camino. Del otro lado de la puerta, Jared se sentó el suelo y se recostó de la madera. Alexander hizo lo mismo.

-¿Estás preparado?-

-Sí, totalmente-

-Haré esta pregunta de nuevo, Jared: ¿Puedo abrir la puerta? Hemos hecho esto más de una docena de veces y no me acostumbro-

-No. Por favor, no. No puedo…- Alex y Jarek tragaron grueso. Ambos sabían lo que estaban haciendo pero ninguno se atrevía a darle nombre. Su despedida número 20. Demasiadas.

-Está bien- Ambos se quedaron en silencio con la cabeza y una mano apoyadas en la madera. Pasaron varios minutos antes de que Jared rompiera el silencio.

-Alex, sabes que te amo ¿verdad?- Los ojos de Alexander se llenaron inmediatamente de lagrimas.

-Sí, lo sé. Siempre lo he sabido- respondió al instante.

-No, no, no, no. No me refiero a que lo estés escuchando o me tengas en tu mente besándote o acariciándote. Me refiero a que ¿lo sientes? ¿En tu estomago lo sientes? ¿En tu corazón? ¿Sabes que literalmente eres mi primer pensamiento al despertar, el último al acostarme y todo lo que llena mi mente mientras me juego la vida? ¿Sabes que has traído a mi vida nada más que felicidad, que gracias a ti no sólo soy feliz sino que veo todo de mejor manera? ¿Sabes que me siento totalmente miserable por hacerte pasar por todo esto y no darte la cortesía de siquiera llevarte a conocer a mi familia porque, a diferencia de ti, aún no encuentro la fuerza para decirle a alguien que eres mi mundo? ¿Sientes que si en algún momento ha pasado por tu cabeza que esto no es en serio, eso me mataría porque nunca quiero darte momentos así sino extrema alegría, porque tu felicidad es la mía? ¿Sabes que si pudiese hacer algo más allá de lo humano sería poder parar el tiempo porque estar desnudo contigo, mi cabeza en tu pecho y tus latidos hablándome en el oído es mi definición de vivir y cada minuto que no vivo es uno que siento que estoy siento comido vivo por dentro? Porque necesito saberlo, Alex. Necesito que esta vez me respondas de verdad ¿Lo sabes? ¿Lo sientes con cada fibra de tu ser? ¿En tu estomago? ¿En tu corazón? ¿Sabes que te amo?- La razón por la cual Alexander lloraba era porque Jared normalmente no hacía ese tipo de declaraciones.

-Sí, lo sé. Con todo mi ser, lo sé. Y con ese mismo ser te amo- Pasó otro minuto en silencio. –Hay algo que no me estás contando ¿verdad?- No hubo respuesta. Con un enorme peso en el corazón, Alexander se levantó y abrió la puerta. No había nadie. Eso le dio una posible respuesta a su pregunta de por qué esa despedida no había sido como las otras.

Quizás era porque sería la última.



Jared y Jarek caminaban en silencio, mirándose ocasionalmente. La hermandad era un apodo que todos le tenían a la rama más exclusiva y aislada de su clan de cazadores, los más poderosos sacerdotes, los más mortales asesinos, los mejores estrategas, los líderes. Ellos los habían llamado. Y sólo habían dos razones para eso: Que hubiesen cometido una infracción tan grande que no quedaba otra solución que la muerte o la amnesia, o que hayan visto algo en ellos que se consideraba material de la hermandad. Ambos gemelos esperaban que fuese la última opción, los dos tenían un largo historial de acciones impulsivas y quebranto de reglas.

Karena los guiaba por la interminable combinación de pasillos de la mansión, cosa que era innecesaria ya que ellos habían crecido allí y sabían de memoria cada rincón. Pero con la hermandad, los protocolos lo eran todo. Karena se detuvo y se hizo a un lado, con una sonrisa les hizo señas a los gemelos para que entraran por la puerta doble de oscura y pulida madera. Le dio un beso a Jarek y apretó la mano de Jared. Parte de Jarek deseaba que ella entrara, ella le daba fuerzas y determinación, pero sus leyes le prohibían estar en una reunión de hombres, mucho menos en una que incluía a la hermandad. Para Jarek, eso eran estupideces, su hermana era el ejemplo de que eso no era una limitación y que habían muchos hombres que quedaban por debajo de las mujeres del clan. Jared le dio un pequeño empujón con el hombro a su gemelo y ambos entraron.

Sólo habían tres hombres dentro, dos en vestiduras negras con capuchas, de pie frente a un escritorio y un anciano detrás, su abuelo. Roden Ross, una leyenda entre todos los cazadores del mundo, el encarcelador de Díteras, el demonio negro, y fundador de su clan. Como todos dentro y fuera de esas paredes, Jared y Jarek no eran indiferentes al aura de poder y autoridad que su abuelo emanaba, y en ese momento, sentado y en sus, según él mismo, últimos años de vida (aunque venía diciendo lo mismo desde que su hermana mayor tenía memoria) esa aura no había disminuido. Los gemelos inclinaron la cabeza a manera de saludo, cerraron la puerta tras ellos y se acercaron. Los encapuchados dejaron sus rostros al descubierto, uno de cabello rubio rizado, ojos negros y una cicatriz que iba desde la frente hasta su pómulo, pasando por su ojo derecho y el otro, de rasgos y mirada dura, cabello negro, impecable peinado, ojos que no eran azules ni verdes sino algo intermedio y, a diferencia de su compañero, ni una imperfección o marca en su rostro de tez morena.

-Nietos- saludó su abuelo. Por unos minutos nadie dijo otra palabra, el ambiente se estaba poniendo incomodo para los gemelos, especialmente porque todos estaban viéndolos detenidamente, como analizando o esperando que les crecieran cuernos y una tercera pierna. El hombre de la cicatriz dio un paso adelante y se colocó frente a ellos.

-Jared y Jarek Ross, nietos de Roden Ross, cazadores de nivel cuatro, los hemos llamado debido a su historial de misiones. Ustedes dos son impredecibles, ajenos a la obediencia de reglas en el campo de batalla. Irresponsables, inestables e incontrolables. Hacen lo que les parece sin pensar en consecuencias, entran en batallas sin una estrategia, sin un plan, tienen la equivocada noción que nada puede dañarlos y que siempre saldrán vencedores. Es un milagro que sigan con vida- Ambos gemelos tragaron grueso y se prepararon mentalmente para combatir con un solo pensamiento en sus cabezas: Proteger a su gemelo, o al menos darle el suficiente tiempo para escapar.

-Armán, deja de tratar de asustar a mis nietos. Son Ross, el miedo es algo desconocido para ellos. Todas las cosas que acabas de enumerar de forma tan elocuente lo dejan bien claro- El de tez morena rompió su silencio con una risa. Cambió de puestos con su compañero y se cruzó de brazos.

-Me disculpo por la introducción de mi compañero. Armán puede ser un poco maniático en lo que a reglas se trata. Mi nombre es Tomás, Armán y yo somos cazadores de nivel diez. Hermandad, como nos llaman en los niveles bajos. Hemos estado hablando con su abuelo, tratando de conseguir su aprobación para dirigirnos a ustedes. Los ángeles nos favorecieron-

-Apenas- interrumpió Roden –Y eso porque me agradas más que ricitos de oro- Los gemelos hicieron su mayor esfuerzo para no reírse. Por sus cabezas ya habían pasado miles de frases para apoyar el comentario de su abuelo, pero no era el momento o lugar.

-Debido a todas las razones que Armán les dijo, los niveles superiores se han interesado por ustedes, creemos que podrían ser buenas adiciones a nuestra pequeña comunidad. Queremos llevarlos al siguiente nivel- Ambos abrieron la boca para decir el honor que eso significaba y toda la demás basura protocolar pero Tomas alzó la mano para callarlos. –Deben saber antes que el interés no es suficiente, deben demostrar que pueden ser de utilidad para nosotros. Se nos ha encargado que los llevemos a una misión para ponerlos a prueba- De uno de sus bolsillos sacó unas laminas de metal del tamaño de una tarjeta, volteó la mano y las laminas no cayeron al suelo sino que quedaron flotando en el aire. Una a una se unieron hasta formar una tablilla que emanaba una luz azul que tomaba la forma de edificios. Hologramas. -Esa es la vieja ciudad- dijo Jared. Se dio cuenta muy tarde que había hablado en voz alta. Y en esas reuniones sólo se hablaba si te preguntaban algo. Pero nadie se vio insultado o salió de la oficina, al contrario, Tomás asintió. -Así es. Nuestros sacerdotes han encontrado una considerable cantidad de energía sobrenatural allí. Hasta donde sabemos es un demonio a cargo y varias criaturas bajo su mando. No sabemos qué hacen allí, no nos importa. Lo que sí importa es enviarlo al infierno, lo más profundo que se pueda. Matar todo lo demás- En el holograma aparecieron varios puntos. Uno naranja y otros blancos, sus objetivos.

-Suena sencillo- dijo Jarek. Armán lo miró ofendido y Tomás sonrió como si hubiera dicho un chiste.
-No lo es- respondió Roden –Con estos tipos nunca lo es. Dile lo demás, Tomás y terminemos con esto. Me toca hablar con ellos-

-Este demonio ha estado ocupado, ha recolectado poderes, uno de ellos muy útil: Puede ver el futuro. De una manera muy limitada, pero lo suficiente para que sea una molestia para nosotros. Esta no es la primera vez que tratamos de atraparlo, cada vez que estamos cerca de él se nos escapa. Cuando tomamos una decisión puede verla al momento. Aquí es donde toda esa inestabilidad e irresponsabilidad nos podría ser útil. Quizás ustedes podrían ser su punto ciego. Entonces ¿Contamos con ustedes?- Los gemelos respondieron con entusiasmo que sí -¡Muy bien! Salimos mañana en la noche- Y sin decir más salieron del estudio. En el momento en que cerraron la puerta su abuelo se levantó. 

-¿Saben? Siempre pensé que lo más estúpido que habría en sus vidas sería la decisión de su madre de nombrarlos como lo hizo. Pero al decir que sí a esa propuesta la han superado como no tienen idea-Los gemelos dejaron de sonreír. Su abuelo hablaba en serio, era más que obvio.

-Pero abuelo…

-¡¿Qué me van a decir?!- Ambos se estremecieron. Su abuelo era lo suficientemente intimidante sin levantar la voz. Cuando lo hacía era peor que la primera vez contra un demonio –La única razón por la cual dejé que hablaran con ustedes fue porque se supone que no tienen trato especial por ser mis nietos, tienen igual derecho de ser ascendidos como cazadores. Si hubiese quedado de mi parte los hubiese decapitado en el momento que me pidieron hablar con ustedes, pero este clan no se armó solamente siguiendo mis deseos. Contaba con que tuviesen la mínima inteligencia para negarse, para no acortar la ya corta vida de su rama laboral-
-Abuelo- Jared dio un paso al frente con las manos en alto, Jarek tragó grueso. Estaban pisando una fina capa de hielo, un paso en falso y ambos caerían en un doloroso baño de Roden Ross –No es una misión difícil, es algo que quizás hemos hecho cuatro o cinco veces. Tenemos esto ganado, créenos- Roden se masajeó el puente de la nariz y les dio la espalda, abrió uno de los muchos escaparates que tenía y sacó una larga y gruesa maleta. Mientras la abría siguió hablando.

-¿Han escuchado hablar de Jeremías, el carnicero?- los gemelos negaron con la cabeza –Eso es porque yo lo prohibí con pena de muerte- En cualquier otro momento eso hubiese sido una broma. 

–Jeremías fue un cazador de nivel tres, estábamos apenas estableciéndonos en esta ciudad, y él recibió el llamado. Tenía la misma cara de imbécil emocionado que ustedes dos. La misión que le propusieron delante de mí era algo sencillo: Ir, desterrar a un demonio y recuperar algo que había robado. El idiota aceptó y partieron de aquí un grupo de cinco cazadores y una sacerdotisa de la hermandad junto con Jeremías. Pasó un mes sin que nadie regresara, enviamos grupos de búsqueda pero nadie encontró ni siquiera un cabello, ni tumbas. Desaparecieron. Luego, un día Jeremías apareció en la puerta principal sin saber cómo llegó allí, dijo que lo único que recordaba era haber llegado al sitio de su misión y luego a la casa. Lo sometimos a todo tipo de pruebas, pasó por doctores, sacerdotes, psicólogos, curanderos, terapeutas, brujos y cada uno de ellos no encontró nada fuera de lo normal o que indicara que Jeremías mentía en su historia. Regresó a su vida como cazador y era como si nunca hubiese ocurrido nada. Una noche, Jeremías tomó su espada y fue pasando de habitación en habitación masacrando a todos los que encontraba, cortaba sus gargantas o los atravesaba como pinchos. Fui yo quien lo encontré, en el recibidor, rodeado de cuerpos, bañado en sangre, arrodillado frente al cuadro del ángel, rezando. Trató de enfrentarse a mí, terminó sin su cabeza. Nunca supe qué pasó, qué le hicieron. El pobre Jeremías terminó siendo un cuento de terror que los mayores usaban contra los niños. Desde entonces he odiado a esos malditos de los altos niveles, pero no por lo que le pasó a Jeremías sino por la indiferencia que mostraron con sus propias pérdidas. Ya no puedo hacer nada por ustedes, así que les pediré esto: Cuídense, no confíen en ellos y hagan lo que tengan que hacer para regresar con su familia- Roden bajó la mirada y tomó un momento para recuperarse. Esa historia siempre lo afectaba, la imagen del recibidor y Jeremías aún lo acechaba en las oscuras esquinas de sus sueños. Ahora se alimentaría del miedo de que uno de sus nietos, o ambos, fuese el próximo Jeremías.

Cada vello en el cuerpo de los gemelos estaba erizado, Jared y Jarek se miraron a los ojos, ya sin rastros de emoción o ilusión sino con una preocupación por el bienestar del otro. Su abuelo no se descomponía por cualquier cosa y verlo así les dijo que cada palabra que había salido de su boca era verdad y no algo para ponerlos en contra de la hermandad.

Los gemelos se tomaron de las manos.


Los humanos imaginaban el infierno de distintas maneras gracias a sus libros, películas y otros instrumentos para animar su imaginación. Lo que todas tenían en común era que el infierno es un lugar para sufrir. Las almas que eran enviadas allí por sus malos actos, la pagaban en un ciclo de amargura sin descanso. Las más fuertes llegaban a convertirse en demonios. El infierno estaba en un plano distinto al de la tierra, al igual que el cielo. La verdadera forma cambiaba pero básicamente era un desierto sin fin con varias secciones en que, como todo reino, se alzaban imponentes castillos, hogar de poderosos, sádicos y terribles demonios. Para los no tan poderosos, existían las cuevas, un laberinto donde el verdadero juego de poder ocurría. Mientras los señores del infierno, caballeros y la prisión de Lucifer se mantenían inmutables, en las cuevas siempre había el demonio que tenía su vista fija en ocupar uno de los enormes castillos. Sumando poderes para elevarse sobre los otros. Y ocasionalmente lo conseguía.

En una de las cuevas estaba Remigras. Un alma que había llegado al infierno por su avaricia y de la misma manera se había convertido en demonio. Ahora, había amasado una gran cantidad de poder y tenía a varios bajo su comando. En su vida humana había sido un doctor que tratando de alcanzar mayor fama comenzó a hacer experimentos en seres humanos, como demonio no había cambiado mucho. Siempre experimentando, nunca sin algo que probar. Remigras estaba sentado, sosteniendo su última creación con los dedos, admirando como la luz rojiza del infierno creaba una infinidad de tonos rojizos en el contenido del pequeño frasco. Tanto poder en tan poco espacio.

-Señor- el demonio que apareció se inclinó a manera de saludo –Ya está listo. Hemos enviado la señal- Remigras sonrió.

-¿De acuerdo a las especificaciones?-

-Sí señor, tal como lo instruyó- Remigras soltó una carcajada –Excelente Loredas ¡Excelente!- se levantó de la silla y se acercó a su súbdito, lo tomó de los hombros en una señal de emoción –Lo de esta noche será hermoso, por fin, nuestro trabajo será recompensado. En lo que llevemos a cabo este experimento, y sea exitoso, no pararemos de ascender hasta ser los que saquemos a Lucifer de su prisión. Y desde allí, los poderes nos lloverán- ambos demonios sonrieron y el súbdito se arrodilló ante su amo.

-Y será usted quien nos lleve a tal destino, amo, no tengo duda, pero… ¿Está seguro que esto funcionara? ¿Los cazadores…irán?- Por supuesto que sí pensó Remigras. Él sabía lo que su plan significaba para demonios no tan visionarios como él. Lo que los otros demonios tampoco tenían era un amigo dentro de los cazadores, alguien que había planeado cada paso de ese plan junto a él, alguien que le dijo qué hacer, cómo hacer y a quien acercarse, le había dado un sujeto de pruebas, le había dado todo. Porque cuando el poder en el pequeño frasco de liberara, sería una nueva era para el infierno, sería el final para el reino de los humanos, los cazadores y todo lo vivo que se pusiera en medio.

-Vete a preparar, Loredas. No querrás ser un mal anfitrión- El demonio no esperó algo que no conseguiría y desapareció. Remigras volvió a su asiento y continuó admirando el trabajo más grande de su existencia.



Era la octava vez que Jarek intentaba comunicarse con su hermano. El teléfono le daba esperanzas en un par de tonos pero luego lo enviaba al buzón de voz. Eso lo odiaba de su gemelo, no estar al pendiente de su teléfono cuando andaba revolcándose por ahí, especialmente si él estaba a punto de dar informe de su misión a su superior y éste esperaba verlos a ambos allí. Para empeorar las cosas, no era la primera vez que Jared dejaba plantado a su superior, tenía el desprecio del hombre bien ganado.

-Maldita sea, Jared, atiende o aparece- susurró luego del noveno intento fallido.

-Tu madre no te lavó la boca con suficiente jabón ¿verdad mocoso?- Jarek sonrió antes de voltear. Sólo una persona lo llamaba así.

-Aún vives, viejo. Me sorprende que tus gastados huesos hayan regresado en su empaque original en lugar de una urna. En mi opinión, hubiese sido una enorme mejora- Ambos hombres se dieron un fraternal abrazo entre risas. Al separarse, Jarek inclinó la cabeza en forma de salud y el viejo hombre puso su mano sobre ella mientras decía un par de oraciones en otra lengua. –Es bueno verte, Maximilián- El anciano de pronunciadas arrugas, larga cabellera blanca y semblante pacificó sonrió. Usaba un hábito de color blanco con detalles en negro.

-A ti también, Jarek. Pero veo que sigues teniendo los mismos problemas que cuando me fui- dijo señalando el teléfono en su mano. Jarek sólo se encogió de hombros.

Jarek y Maximilián eran amigos desde que el joven tenía memoria. Max, que era como lo llamaba cuando no había nadie alrededor para alarmarse por su atrevimiento, era un alto sacerdote. El único que había en su clan, una posición de casi tanto respeto como el de su abuelo, fundador y patriarca. Se decía que los altos sacerdotes se ganaban su titulo luego de haber sido tocados por un ángel, eso les daba una provisión infinita de energía vital, la materia prima de sus conjuros. Un sacerdote normal moría si sus conjuros drenaban toda su energía, para un alto sacerdote eso no era preocupación. De pequeño, Jarek se escurría hasta los aposentos de Max para verlo conjurar animales de luces de colores y que lo hiciera flotar en el aire. No tenía idea de cuantos años tenía Max de vida pero lo prefería así. No se imaginaba no tener a su amigo.

-¡Ross!- Jarek apretó los puños y maldijo en voz baja. Se volteó y afirmó con la cabeza

-Señor- Raeyan, su superior, de cabello negro liso, ojos de un gris intenso y mirada nada amable, lo examinaba de arriba abajo y al espacio vacío a su derecha, obviamente buscando a su gemelo.

-¿Dónde está tu maltrecha fotocopia?- Jarek tragó grueso. Si por algún milagro su hermano no aparecía, estarían limpiando el campo de entrenamiento y los alrededores de la mansión por décadas. Y si eso pasaba, Jarek planeaba convertirse en el único hijo varón de sus padres. Maximilián dio un paso adelante.

-Si me permite interrumpir, cazador Raeyan, estaba aquí para avisarle al joven Ross que su hermano está haciendo unas diligencias en mi nombre, que si podría excusarlo con usted, pero ya que estoy aquí, lo hago yo mismo- Maximilián le sonrió de forma descarada. Era una pobre mentira, Jarek lo sabía y Raeyan aún más, pero el tema con las mentiras no era lo que se dijera sino quien las dijera, y Max estaba en una posición de tanto poder que Raeyan nunca se atrevería a llamarlo mentiroso. Nadie en la casa, sólo su abuelo. Raeyan tenía la mirada cargada de frustración cuando fusiló a Jarek con ella.

-En lo que estés con tu hermano, vengan a rendirme cuentas- Se dio la vuelta y tiró la puerta de su oficina tras él.

-No debiste hacer eso. Raeyan seguro ira con el abuelo- Max se encogió de hombros.

-Debes cuidar de tu hermano, Jarek- Jarek soltó un par de cosas inentendibles en protesta. Maximilián siempre estaba con ese tema, y técnicamente ese no era su trabajo. De los dos, él era el menor por cinco minutos. Si alguien debía cuidar de alguien era su gemelo de él, pero sólo le daba dolores de cabeza.

Los pasos de alguien corriendo resonaban por la escalera principal. Max y Jarek se asomaron. Era Karena que subía a toda prisa. Fue el turno de Maximilián de decir cosas inentendibles en voz baja, se dio la vuelta y se adentró en los pasillos de la mansión. A diferencia de su hermano, a Maximilián de verdad le desagradaba Karena. Nunca había dado una razón y Jarek trataba de que eso no le molestara, no quería que eso interfiriera con su relación con alguno de ellos.

-¡Jarek!- le gritó su novia al verlo, aumentó la velocidad y se paró frente a él con una gran sonrisa.

-¿Qué pasa?-

-Quieren hablar contigo y con Jared… los hermanos, los han llamado- Jarek se quedó en silencio, la sorpresa lo hizo abrir los ojos tanto como pudo y el corazón alcanzó su máxima velocidad en latidos. En ese momento alguien entró por la puerta principal.


Jared entró al vestíbulo y dejó sus cosas en la mesa del recibidor, de pronto sintió que lo veían desde arriba. Y así era. Su gemelo estaba agarrado de la baranda con una expresión en el rostro que le dijo prácticamente todo lo que necesitaba saber. Una de las raras cosas de gemelos entre ellos.

-Maldición- susurro Jared antes de echarse a correr escaleras arriba.



Esa noche había muchas cosas acechando en las sombras, prestando particular atención a la joven que iba caminando por la calle desierta. Su cabello negro estaba recogido en una cola que llegaba casi a la mitad de su espalda, sus manos iban a los lados haciendo extrañas formas con los dedos y girando en ambas direcciones, se cubría del frio con una chaqueta de cuero y calzaba unas largas botas. Cuando pasó cerca del escondite de quienes la vigilaban, una casa en construcción, todas se lanzaron a atacarla. En lugar de correr, la chica sonrió y se quedo donde estaba. Una a una, las criaturas fueron cayendo en el suelo, impactadas por una fuerza invisible. Aún en el suelo, las criaturas se retorcían y buscaban atacar a la chica, que ya había dejado de sonreír y ahora los miraba con asco. Tenían forma humana pero con joroba, piel gris, uñas largas, afiladas, ojos inyectados de sangre y laceraciones por todas partes, pero lo que realmente los delataba era ese olor a piel pudriéndose. 

-Demonios carroñeros- dijo en voz alta con tono cansino. –Con razón no me dijeron qué era lo que íbamos a cazar. Los detesto- Dos jóvenes totalmente idénticos se le unieron. 

-Creo que no les agradas- dijo uno de ellos 

-No, es lo que estoy haciendo lo que no les agrada. Ese ruido que entra en sus cráneos y parece que va a vaciar su contenido por si solo-Respondió ella haciendo una mueca a los seres que se removían en el suelo. La chica dejó de mover las manos y acto seguido los carroñeros se calmaron, todos trataron de ponerse de pie y huir pero ninguno lo consiguió.

-Yo que ustedes no trataría. Lo que tienen dentro son balas de madera bendecidas, y según tengo entendido eso les duele de una manera muy maldita- Los gemelos les enseñaron sus revólveres con silenciadores. Los demonios entonces tomaron la única opción que les quedaba, tratar de luchar.

-Kare, termina con esto para irnos- ordenó uno de los gemelos.

-Sí, Arena, por favor- El otro gemelo se ganó miradas de reproche de su hermano y la chica. El nombre de ella era Karena, la idea de sus padres de honrar a Anna Karenina, la novela que hizo que se conocieran. En su opinión, hubiese preferido que honraran al escritor y la hubiesen nombrado Leona, de esa manera Jared, el gemelo de su novio, Jarek, no la atormentaría con cualquier variación estúpida que se le ocurriera. Luego de poner la palma de su mano contra el suelo y murmurar un conjuro en otra lengua, una puerta surgió de la tierra, al abrirse se tragó a los carroñeros a sus pies y luego volvió a la tierra.

Ellos tres eran cazadores, seres entrenados para acabar con aquello que acechaba en la noche a las personas. Desde espectros hasta demonios, ellos se encargaban de que nada convirtiera al planeta tierra en un espectáculo de sangre y vísceras regadas por todos lados. Ellos eran el tope de la cadena alimenticia sobrenatural. No eran humanos, los humanos no estudiaban conjuros ni tenían entrenamiento de armas blancas y de fuego desde los catorce años, pero tampoco llegaban a ser nada de lo que cazaban.

Jarek le pasó el brazo por encima de los hombros y ella se acurrucó a su lado. Jared hizo un sonido de desagrado y camino en dirección contraria a ellos.

-¿A dónde vas?- le preguntó su hermano

-A poner tanta distancia como pueda de ustedes antes de que me den ganas de comprobar que tan dolorosas son esas balas de madera- Jarek soltó una carcajada y le hizo un gesto de despedida con la mano.

-Hemos discutido esto mucho tiempo, pero ¿estás seguro que tu hermano no me odia?- Jarek sonrió. Su novia era demasiado insegura. Tenían dos años juntos y siempre le hacía la misma pregunta cuando su gemelo hacia algún comentario acerca de sus gestos cariñosos.

-No, Kare. Ya te lo he dicho mil veces, mi hermano no es de los que se enamora, por ende, es de los que repudia todo lo relacionado a eso. Seguro fue a buscarse a una de sus amigas para pasar el rato- Karena le dio una palmada en el pecho.

-Insulto a las mujeres- Jarek le estampó un beso antes de subirse a su auto. Su hermano no creía en el amor pero sí en el sexo. Y seguramente en cinco minutos alguna afortunada comprobaría qué tan creyente era.


El cuarto se llenó con los inconfundibles gritos de orgasmos, los dos participantes luchaban por recuperar el aliento para luego reírse mientras uno salía del otro y ambos caían totalmente cansados al lado del otro. Jared se limpió el sudor de su cara y se volteó hacia su compañero. La luz de la luna que llegaba desde la ventana encima de la cama hacía brillar las gotas de sudor en su cuerpo, su boca estaba entreabierta, sus labios estaban hinchados por los besos que no podía dejar de darle a esos perfectos labios, era adicto a todo él, desde sus besos hasta esa mueca que estaba haciendo al haberlo atrapado contemplándolo ¡por dios! Cómo amaba a ese hombre.

-Se ve cansado, señor Alexander- su amante le dio una enorme sonrisa y se acercó para darle un corto beso.

-Bueno, no que sea de su incumbencia, señor Jared, pero acabo de tener una maratónica y placentera sesión sexual con mi muy, muy, muy apuesto novio-

-¿De verdad? Porque lo he visto, y no parece tan apuesto- Jared extendió su mano y acarició el cabello castaño de Alex –No tanto como tú, al menos- Alex se subió sobre Jared y le dio una intensa y prolongada mirada con sus ojos grises que parecían brillar en la noche y negó con la cabeza. Alexander era su primera relación, él era su tercera, y Alex demostraba una devoción para con él aún mayor que la suya para el hombre que lo había enamorado perdidamente.

Jared lo abrazó por la cintura y los volteó, quedando él sobre Alex. Acerco sus labios a los de su novio hasta que solamente milímetros los separaban.

-Tengo hambre- susurró y luego se alejó para levantarse de la cama. Una almohada chocó contra su espalda mientras se dirigía a la pequeña cocina.

-No eres gracioso-

-¿De verdad? Y yo que pensaba que mi impecable sentido del humor me había conseguido la entrada a tu cama- respondió mientras buscaba ingredientes en la nevera.

-Quisieras tú. Si mal no recuerdo fui yo quien te atrajo hasta mi cama, y si sigues buscando más abajo en mi nevera harás que me levante y encuentre un nuevo uso al mesón y varios de esos instrumentos de cocina- Jared se agachó aún más, su desnudo trasero provocó el efecto deseado. Alex saltó de la cama y lo arrinconó contra la puerta de la nevera.

-Eres imposible- le susurro con la cara enterrada a un lado del cuello de Alex.

-Creí que eso era lo que te gustaba de mí-

-Lo es- Alexander era quien se llevaba el crédito por su noviazgo. Jared le había dado infinidades de negativas a sus coqueteos pero él nunca se rindió. Y Jared agradecía eso cada minuto que pasaba a su lado. –A veces siento que en realidad soy uno de los seres que cazas y estás aquí como carnada para matarme de lujuria- Otra de las ventajas de Alexander era que sabía la verdad acerca de él y de su familia, lo que hacían. Alex había sido testigo de un enfrentamiento de él y su hermano contra un par de hombres lobo que estaban masacrando personas cerca del bar donde trabajaba y seguramente lo hubiesen matado y arrancado el corazón de no ser por él y su gemelo.

Alex pasó la yema de los dedos por las cicatrices en la espalda de Jared, recuerdo del día en que se conocieron. Jared lo resguardó de ser mutilado por las garras de uno de los hombres lobo. Él era su hombre valiente, su caballero de brillante armadura, a su lado se sentía totalmente seguro. Cosa que era muy graciosa considerando que él tenía veintisiete y Jared veintidós. Su amante se alejó de él, fue hasta la cocina y encendió la hornilla. Esa no era una respuesta normal en él, que sucumbiera a sus caricias y se amaran allí mismo en el piso lo era, pero si Jared tenía hambre no había mucho que él pudiera hacer. Después de todo, fue por la comida que él dio el primer paso para entrar en el corazón de Jared Ross.


Varios kilómetros fuera de la ciudad había una mansión que había visto mejores días, el tiempo no la había tratado con gentileza y ahora sólo esperaba que algún demoledor acabara con ella, pero su abandono la hacía perfecta para quien, en su interior, estableció sus dominios. Un demonio con un plan. En el centro de la desolada casa estaba parado, sosteniendo en sus manos una pequeña botella con un sustancia viscosa, de color purpura que desprendía un intenso brillo rojizo. Todos los experimentos, el tiempo cavando en las cuevas más profundas del infierno, todo por fin daría pago. Ahora solamente necesitaba probarlo. Al sonreír, sus dientes se tornaron de color rojo sangre. Desapareció, dejando el mar de cuerpos inconscientes en el piso de la abandonada casa.