Demonios Internos III
El carnicero



Jared y Jarek caminaban en silencio, mirándose ocasionalmente. La hermandad era un apodo que todos le tenían a la rama más exclusiva y aislada de su clan de cazadores, los más poderosos sacerdotes, los más mortales asesinos, los mejores estrategas, los líderes. Ellos los habían llamado. Y sólo habían dos razones para eso: Que hubiesen cometido una infracción tan grande que no quedaba otra solución que la muerte o la amnesia, o que hayan visto algo en ellos que se consideraba material de la hermandad. Ambos gemelos esperaban que fuese la última opción, los dos tenían un largo historial de acciones impulsivas y quebranto de reglas.

Karena los guiaba por la interminable combinación de pasillos de la mansión, cosa que era innecesaria ya que ellos habían crecido allí y sabían de memoria cada rincón. Pero con la hermandad, los protocolos lo eran todo. Karena se detuvo y se hizo a un lado, con una sonrisa les hizo señas a los gemelos para que entraran por la puerta doble de oscura y pulida madera. Le dio un beso a Jarek y apretó la mano de Jared. Parte de Jarek deseaba que ella entrara, ella le daba fuerzas y determinación, pero sus leyes le prohibían estar en una reunión de hombres, mucho menos en una que incluía a la hermandad. Para Jarek, eso eran estupideces, su hermana era el ejemplo de que eso no era una limitación y que habían muchos hombres que quedaban por debajo de las mujeres del clan. Jared le dio un pequeño empujón con el hombro a su gemelo y ambos entraron.

Sólo habían tres hombres dentro, dos en vestiduras negras con capuchas, de pie frente a un escritorio y un anciano detrás, su abuelo. Roden Ross, una leyenda entre todos los cazadores del mundo, el encarcelador de Díteras, el demonio negro, y fundador de su clan. Como todos dentro y fuera de esas paredes, Jared y Jarek no eran indiferentes al aura de poder y autoridad que su abuelo emanaba, y en ese momento, sentado y en sus, según él mismo, últimos años de vida (aunque venía diciendo lo mismo desde que su hermana mayor tenía memoria) esa aura no había disminuido. Los gemelos inclinaron la cabeza a manera de saludo, cerraron la puerta tras ellos y se acercaron. Los encapuchados dejaron sus rostros al descubierto, uno de cabello rubio rizado, ojos negros y una cicatriz que iba desde la frente hasta su pómulo, pasando por su ojo derecho y el otro, de rasgos y mirada dura, cabello negro, impecable peinado, ojos que no eran azules ni verdes sino algo intermedio y, a diferencia de su compañero, ni una imperfección o marca en su rostro de tez morena.

-Nietos- saludó su abuelo. Por unos minutos nadie dijo otra palabra, el ambiente se estaba poniendo incomodo para los gemelos, especialmente porque todos estaban viéndolos detenidamente, como analizando o esperando que les crecieran cuernos y una tercera pierna. El hombre de la cicatriz dio un paso adelante y se colocó frente a ellos.

-Jared y Jarek Ross, nietos de Roden Ross, cazadores de nivel cuatro, los hemos llamado debido a su historial de misiones. Ustedes dos son impredecibles, ajenos a la obediencia de reglas en el campo de batalla. Irresponsables, inestables e incontrolables. Hacen lo que les parece sin pensar en consecuencias, entran en batallas sin una estrategia, sin un plan, tienen la equivocada noción que nada puede dañarlos y que siempre saldrán vencedores. Es un milagro que sigan con vida- Ambos gemelos tragaron grueso y se prepararon mentalmente para combatir con un solo pensamiento en sus cabezas: Proteger a su gemelo, o al menos darle el suficiente tiempo para escapar.

-Armán, deja de tratar de asustar a mis nietos. Son Ross, el miedo es algo desconocido para ellos. Todas las cosas que acabas de enumerar de forma tan elocuente lo dejan bien claro- El de tez morena rompió su silencio con una risa. Cambió de puestos con su compañero y se cruzó de brazos.

-Me disculpo por la introducción de mi compañero. Armán puede ser un poco maniático en lo que a reglas se trata. Mi nombre es Tomás, Armán y yo somos cazadores de nivel diez. Hermandad, como nos llaman en los niveles bajos. Hemos estado hablando con su abuelo, tratando de conseguir su aprobación para dirigirnos a ustedes. Los ángeles nos favorecieron-

-Apenas- interrumpió Roden –Y eso porque me agradas más que ricitos de oro- Los gemelos hicieron su mayor esfuerzo para no reírse. Por sus cabezas ya habían pasado miles de frases para apoyar el comentario de su abuelo, pero no era el momento o lugar.

-Debido a todas las razones que Armán les dijo, los niveles superiores se han interesado por ustedes, creemos que podrían ser buenas adiciones a nuestra pequeña comunidad. Queremos llevarlos al siguiente nivel- Ambos abrieron la boca para decir el honor que eso significaba y toda la demás basura protocolar pero Tomas alzó la mano para callarlos. –Deben saber antes que el interés no es suficiente, deben demostrar que pueden ser de utilidad para nosotros. Se nos ha encargado que los llevemos a una misión para ponerlos a prueba- De uno de sus bolsillos sacó unas laminas de metal del tamaño de una tarjeta, volteó la mano y las laminas no cayeron al suelo sino que quedaron flotando en el aire. Una a una se unieron hasta formar una tablilla que emanaba una luz azul que tomaba la forma de edificios. Hologramas. -Esa es la vieja ciudad- dijo Jared. Se dio cuenta muy tarde que había hablado en voz alta. Y en esas reuniones sólo se hablaba si te preguntaban algo. Pero nadie se vio insultado o salió de la oficina, al contrario, Tomás asintió. -Así es. Nuestros sacerdotes han encontrado una considerable cantidad de energía sobrenatural allí. Hasta donde sabemos es un demonio a cargo y varias criaturas bajo su mando. No sabemos qué hacen allí, no nos importa. Lo que sí importa es enviarlo al infierno, lo más profundo que se pueda. Matar todo lo demás- En el holograma aparecieron varios puntos. Uno naranja y otros blancos, sus objetivos.

-Suena sencillo- dijo Jarek. Armán lo miró ofendido y Tomás sonrió como si hubiera dicho un chiste.
-No lo es- respondió Roden –Con estos tipos nunca lo es. Dile lo demás, Tomás y terminemos con esto. Me toca hablar con ellos-

-Este demonio ha estado ocupado, ha recolectado poderes, uno de ellos muy útil: Puede ver el futuro. De una manera muy limitada, pero lo suficiente para que sea una molestia para nosotros. Esta no es la primera vez que tratamos de atraparlo, cada vez que estamos cerca de él se nos escapa. Cuando tomamos una decisión puede verla al momento. Aquí es donde toda esa inestabilidad e irresponsabilidad nos podría ser útil. Quizás ustedes podrían ser su punto ciego. Entonces ¿Contamos con ustedes?- Los gemelos respondieron con entusiasmo que sí -¡Muy bien! Salimos mañana en la noche- Y sin decir más salieron del estudio. En el momento en que cerraron la puerta su abuelo se levantó. 

-¿Saben? Siempre pensé que lo más estúpido que habría en sus vidas sería la decisión de su madre de nombrarlos como lo hizo. Pero al decir que sí a esa propuesta la han superado como no tienen idea-Los gemelos dejaron de sonreír. Su abuelo hablaba en serio, era más que obvio.

-Pero abuelo…

-¡¿Qué me van a decir?!- Ambos se estremecieron. Su abuelo era lo suficientemente intimidante sin levantar la voz. Cuando lo hacía era peor que la primera vez contra un demonio –La única razón por la cual dejé que hablaran con ustedes fue porque se supone que no tienen trato especial por ser mis nietos, tienen igual derecho de ser ascendidos como cazadores. Si hubiese quedado de mi parte los hubiese decapitado en el momento que me pidieron hablar con ustedes, pero este clan no se armó solamente siguiendo mis deseos. Contaba con que tuviesen la mínima inteligencia para negarse, para no acortar la ya corta vida de su rama laboral-
-Abuelo- Jared dio un paso al frente con las manos en alto, Jarek tragó grueso. Estaban pisando una fina capa de hielo, un paso en falso y ambos caerían en un doloroso baño de Roden Ross –No es una misión difícil, es algo que quizás hemos hecho cuatro o cinco veces. Tenemos esto ganado, créenos- Roden se masajeó el puente de la nariz y les dio la espalda, abrió uno de los muchos escaparates que tenía y sacó una larga y gruesa maleta. Mientras la abría siguió hablando.

-¿Han escuchado hablar de Jeremías, el carnicero?- los gemelos negaron con la cabeza –Eso es porque yo lo prohibí con pena de muerte- En cualquier otro momento eso hubiese sido una broma. 

–Jeremías fue un cazador de nivel tres, estábamos apenas estableciéndonos en esta ciudad, y él recibió el llamado. Tenía la misma cara de imbécil emocionado que ustedes dos. La misión que le propusieron delante de mí era algo sencillo: Ir, desterrar a un demonio y recuperar algo que había robado. El idiota aceptó y partieron de aquí un grupo de cinco cazadores y una sacerdotisa de la hermandad junto con Jeremías. Pasó un mes sin que nadie regresara, enviamos grupos de búsqueda pero nadie encontró ni siquiera un cabello, ni tumbas. Desaparecieron. Luego, un día Jeremías apareció en la puerta principal sin saber cómo llegó allí, dijo que lo único que recordaba era haber llegado al sitio de su misión y luego a la casa. Lo sometimos a todo tipo de pruebas, pasó por doctores, sacerdotes, psicólogos, curanderos, terapeutas, brujos y cada uno de ellos no encontró nada fuera de lo normal o que indicara que Jeremías mentía en su historia. Regresó a su vida como cazador y era como si nunca hubiese ocurrido nada. Una noche, Jeremías tomó su espada y fue pasando de habitación en habitación masacrando a todos los que encontraba, cortaba sus gargantas o los atravesaba como pinchos. Fui yo quien lo encontré, en el recibidor, rodeado de cuerpos, bañado en sangre, arrodillado frente al cuadro del ángel, rezando. Trató de enfrentarse a mí, terminó sin su cabeza. Nunca supe qué pasó, qué le hicieron. El pobre Jeremías terminó siendo un cuento de terror que los mayores usaban contra los niños. Desde entonces he odiado a esos malditos de los altos niveles, pero no por lo que le pasó a Jeremías sino por la indiferencia que mostraron con sus propias pérdidas. Ya no puedo hacer nada por ustedes, así que les pediré esto: Cuídense, no confíen en ellos y hagan lo que tengan que hacer para regresar con su familia- Roden bajó la mirada y tomó un momento para recuperarse. Esa historia siempre lo afectaba, la imagen del recibidor y Jeremías aún lo acechaba en las oscuras esquinas de sus sueños. Ahora se alimentaría del miedo de que uno de sus nietos, o ambos, fuese el próximo Jeremías.

Cada vello en el cuerpo de los gemelos estaba erizado, Jared y Jarek se miraron a los ojos, ya sin rastros de emoción o ilusión sino con una preocupación por el bienestar del otro. Su abuelo no se descomponía por cualquier cosa y verlo así les dijo que cada palabra que había salido de su boca era verdad y no algo para ponerlos en contra de la hermandad.

Los gemelos se tomaron de las manos.