La puerta de la habitación se volvió a abrir, Jarek apretó sus ojos y dientes ¿No podían dejarlos en paz? Dos semanas habían pasado desde que despertó y todo el mundo lo seguía viendo y tratando como un moribundo. Su hermano descansaba en su cama, cuando pudo respirar por sí mismo y la inflamación en su cerebro despareció Jarek no descansó hasta que lo movieran a su propio cuarto. Suficiente había estado en ese hueco depresivo que todos llamaban enfermería.

-No deberías sostener su mano, el doctor dijo que…
-No estoy tomando su mano- respondió Jarek cortante –él tiene la mía- depositó un beso en la mano de su gemelo y se volvió hacia Karena -¿Qué quieres?

-Ver cómo estabas- dijo Karena
-Estoy bien- respondió Jarek sin emoción alguna y devolvió su mirada a su hermano.
-Jarek, no puedes seguir así. Aún estás recuperándote, te ves exhausto de pasar cada hora aquí, tu mano necesita descanso, tú necesitas descanso. Jared no quisiera que estuvieses así- Jarek comenzó a temblar. Se aferraba a la mano de su hermano como a su último gramo de paciencia.
-¿Desde cuándo eres una experta en mi hermano gemelo?- La mirada que le dio no estaba vacía esta vez sino llena de rabia –Él está tratando de volver a nosotros, sacarse del hoyo en el que está metido ¿Y yo no debo estar aquí porque, según tú, mi hermano no querría que estuviese aquí esperando por él? No me voy a cansar de estar aquí para él.
-Eso no fue lo que quise…
-Fuera-
-Jarek, no. Yo…
-¡FUERA DE AQUÍ!- Ambos se sorprendieron con el grito. Jarek nunca le había gritado antes y Karena estaba muy nerviosa por la manera en que sus palabras fueron tomadas. Se dio la vuelta y salió con lágrimas en los ojos. Jarek volvió a fijarse en su hermano y darle un beso en la mano.

Karena cerró la puerta y se secó las lágrimas. Sin darse cuenta casi choca con Desirée, la hermana mayor de los gemelos.
-Lo siento- Desirée la miraba con seriedad pero una sonrisa se asomó en sus labios.
-Para ser el amor de la vida de mi hermano, no lo conoces muy bien- Karena se quedó en silencio. Ella y Desirée no se llevaban mal, porque no tenían una relación como tal. Ella era admirada por todos en el clan, cazadores y sacerdotes por igual, Karena la veía como todos, la mejor de todos los cazadores, el orgullo de cazadoras y sacerdotisas, y seguramente, algún día, la líder de todos. Eso no dejaba mucho espacio para verla simplemente como la hermana de su novio.
-Es mi culpa, dije cosas que no debía- Desirée soltó una carcajada.
-Pudiste haber recitado un discurso de la Madre Teresa ahí dentro y aun así te hubiese gritado. Es la razón por la que todos entramos sólo lo necesario y mantenemos el habla al mínimo. Esos dos no piensan cuando se trata del otro, ha sido así desde siempre. Mis padres y Pandora dicen que es especial, yo digo que es enfermo. Sólo recuerda: Nada es más importante para Jarek que Jared. Nada. Tenlo en mente y nada de esto se repetirá- Desirée le dio una palmada en el hombro a Karena y siguió caminando. Para cuando Karena llegó a su habitación las lágrimas ya estaban de nuevo bajando por su cara, Desirée tenía razón, siempre había tratado de pasar por alto eso pero era la verdad. Nunca había aspirado a competir por el cariño de Jarek, se decía que no tenía por qué, pero la verdad era que no tenía la más mínima oportunidad, el mundo de Jarek era su gemelo. Y nada más.
Karena hizo un puño y lo lanzó contra la pared.

Jarek ya no podía estar en silencio. Le había gritado a Karena y no se había levantado a perseguirla y disculparse, pero su hermano… tenía que estar con él. Jarek entendía que Jared probablemente no sabía que él estaba a su lado, que su semblante era el de alguien que estaba descansando, pero en su mente la idea de que si se iba de su lado todo eso cambiaría y lo decepcionaría, o el semblante cambiaría al de alguien con dolor. Su hermano y él pocas veces se habían visto en esa situación. La última vez fue siendo niños, Jared se había quedado en casa mientras que él se había ido con su padre en un viaje al bosque. A Jared lo atacó un repentino dolor de cabeza mientras que él era hospitalizado por haberse golpeado la cabeza contra el tronco de un árbol. Estuvo inconsciente por un par de días. Al despertar, lo primero que vio fue a su hermano y su sonrisa de alivio. Cuando Jared le contó de su dolor de cabeza sólo confirmó que entre ellos dos había algo especial, luego del incidente ambos juraron estar allí para el otro y cuidarse como lo que eran: Lo más importante de sus respectivos mundos.

Con cuidado Jarek dejó la mano de su hermano en la cama, se levantó y depositó un beso en su frente.
-Tengo que disculparme, Jared. No tardaré. Lo prometo- Jarek le dio un último vistazo desde la puerta y salió. Todos los cazadores con los que se cruzó trataron de no quedarse en su camino o murmuraron entre ellos. La versión de los hechos que Maximilian había plantado en la mente del hurgador era ya de conocimiento público. Ellos dos habían sido víctimas de la traición de unos cobardes que ahora eran la mayor mancha en la reputación de la hermandad, una mancha que su abuelo se aseguraría que nunca saliera.

Encontró a Karena viendo por su ventana. Cerró la puerta de la habitación y se recostó de ella.
-Siento mucho lo que dije- Karena quería decir algo muy hiriente y al mismo tiempo lanzarse a sus brazos. Decidió quedarse donde estaba, en silencio –Sé que no hay manera alguna de justificar mi reacción, pero es mi hermano, Karen. Verlo en esa cama me enferma, no hay nada que pueda hacer para cambiar su condición… y no termino de aceptarlo- había verdadero dolor en su voz, y fue demasiado para ella. Salió corriendo a sus brazos y ambos se aferraron fuertemente del otro.
-Háblame de nuevo así y volveré líquido todos tus órganos- Jarek soltó una carcajada, la tomó de la barbilla y acercó sus labios a los de ella.
-Prometido- Jarek no la besaba desde que se había ido, y se sentía de maravilla. Era por unos minutos olvidar todo y entregarse a ella. Las mentiras, preocupaciones y el peso de su vida, todo eso se iba, ella le daba paz. Y estaba necesitándola.
-Te amo- susurró Karena al separarse. Acomodó su cabeza debajo de la barbilla de Jarek y se recostó de su cuerpo.
-Y yo a ti- Ambos se quedaron en silencio por unos minutos. Los dedos de Jarek corrían por la espalda de Karena y ella con los ojos cerrados trataba de estar más cerca de su cuerpo. Su olor invadía sus sentidos y no podía tener suficiente. Era una completa adicta a él.
-¿Quieres venir conmigo?- Aún en ese momento Jarek tenía presente a su hermano. Karena sacudió la cabeza.
-Tengo que hacer unas cosas con las sacerdotisas. Ve, cuida de él- Jarek tomó su barbilla por segunda vez, para mirarle a los ojos por unos segundos.
-De verdad siento mucho lo que hice- Karena sonrió y acunó su cara en sus manos.
-Ve- Se dieron un corto beso y Jarek salió.

El camino de regreso se le hizo más corto, aun cuando pasó por la cocina recolectando varias cosas para comer con su hermano, o lo más cercano que podían ya que Jared estaba siendo mantenido con suero por una vía.
-Jared, volv…- la barra de pan y los acompañantes cayeron al suelo haciendo un desastre a sus pies. Durante un minuto que se hizo eterno, Jarek contempló la cama de su hermano, vacía, había una gran mancha a un lado donde la vía arrojaba suero sin saber que nadie estaba recibiéndolo. Jarek tragó grueso y su corazón comenzó a latir rápido y pesado.
-¿Jared?- Jarek volteó hacia la puerta del baño esperando que su hermano saliera pero nunca pasó. Dio media vuelta, abrió la puerta y la cerró tras él.
-¡JARED!


Alexander se ajustó más la chaqueta. Hacía un frio verdaderamente molesto esa noche, otra de las cosas que la hacía una de las peores que había tenido. Los clientes habían estado insoportables, su jefe aún más, trabajó con el único de sus compañeros que odiaba y lo odiaba y Ricardo no aceptó sus disculpas, y peor que eso, le ordenó un trago sólo para lanzárselo en la cara en frente de todo el mundo, pero nada de eso llegaba a la mitad de por qué se sentía tan miserable, de por qué sentía ese vacío en su pecho aun cuando su corazón estaba latiendo fuerte, ese que a veces se extendía por todo su cuerpo y no le daba esperanzas de que algo fuese a mejorar y que no importaba lo bueno que le ocurriera, no parecía ser suficiente para hacerlo desaparecer. Resumiendo: Eso que lo estaba haciendo verdaderamente miserable sin una salida a la vista. Sus ojos comenzaron a arder y lanzó una maldición silenciosa, desde hace unos días no era más que un montón de sentimientos desbordados. Sólo quería estar en su casa, abrazar su almohada hasta que el sueño lo venciera, que ese día terminara y que al amanecer tuviese la motivación suficiente para levantarse o pasar medio día sin llorar al pensar en Jared.

Alexander cerró la puerta del pasillo y se dirigió hacia su apartamento. Todas sus cosas cayeron al suelo haciendo un gran escándalo, el contenido de su mochila se esparció por el suelo, sus llaves, su teléfono, incluso la chaqueta que se acababa de quitar. Sus lagrimales comenzaron a trabajar y su mente no tenía la concentración para hacerlos parar. Él estaba parado justo fuera de su puerta, vestía unos jeans y una franela blanca arrugada y puesta al revés. Parecía que se había vestido en un apuro. También estaba llorando y detrás de esas lágrimas sus ojos gritaban disculpas. Él pasó por encima de sus cosas, que en ese momento no le podían importar menos, y corrió. Era corta la distancia entre ellos pero quería cubrirla en el menor tiempo.

Sentirlo entrar en sus brazos de alguna manera no fue suficiente. Entonces lo alzó mientras lo apretaba contra su cuerpo, él enterró una mano en su cabello y con la otra recorrió su espalda.
-Estás aquí- susurró Alexander tan pronto como pudo articular palabra.
-Te amo- respondió Jared. Y en esa frase Alex pudo identificar la desesperación y la tristeza, de alguna manera sabía que él no era el único que se había sentido abandonado y en la nada. Alexander lo bajó y lo besó. Corto, suave, pacientemente, enviando el mensaje de que todo quedaba atrás y que lo importante es que estaban juntos de nuevo. Ambos sonrieron al separarse y se acariciaron las caras.


Les tomó un buen rato entrar al apartamento.


Era la décima vez que Alexander limpiaba la barra en la última media hora. Miró el reloj, vio cuanto le quedaba por trabajar y suspiró, aunque eso no era lo que quería. Gritar era lo que quería, la molesta sensación en su pecho no se iba de ninguna manera. Una semana había pasado desde que Jared se había ido y no tenía noticias de él, lo último era lo que hacía todo peor. Ser una parte oculta en la vida de Jared tenía pocas ventajas, una de ellas era que no importaba lo que estuviese haciendo o lo difícil de su misión, de una forma u otra él conseguía la manera de enviarle un mensaje, algo que le hiciera saber que estaba vivo. Una vez un indigente tocó a su puerta para entregarle una nota que decía “Odio lo mal que cantas”, eso le arrancó una sonrisa. Jared había estado fuera casi por un mes y esa nota había sido toda su compañía. Actualmente estaba en su cuarto, en una pequeña caja con otras notas que Jared le había hecho llegar desde sus misiones.

El reloj de su muñeca sonó, avisándole que era su descanso. Se quitó el paño de su hombro y se lo entregó a su compañero. Iba hacia la puerta trasera cuando alguien lo tomó del brazo. Alexander volteó e hizo girar sus ojos.

-Hola Alex
-Ricardo- el hombre de aproximadamente su misma estatura, ojos negros y cabello café hizo un puchero. Alex se soltó y salió por la puerta. Ricardo lo siguió.
-Sabes que no me molesta que me llames por la versión corta- Alexander lo ignoró, encendió un cigarrillo y se lo llevó a la boca. No fumaba pero hacía frio y no dejaba de pensar en Jared -¿Qué le pasó a tu novio? Hace tiempo que no lo veo- Alexander no respondió. Ricardo era un cliente habitual, casualmente sólo iba cuando Jared estaba detrás de la barra y desde siempre lo había estado rondando. No era un mal tipo pero Alex no estaba interesado –No me digas que hay problemas en el paraíso- El único defecto que podía encontrarle Alex era que era muy directo. Demasiado a veces.

-No es tu problema…Ricky- Alex hizo énfasis burlón en el nombre. Lo escuchó dar un par de pasos en su dirección, cuando volteó casi lo tenía encima. El olor a licor le abrumó el olfato.
-Está muy mal eso. Yo no te descuidaría, Alex. Nunca- Alexander quiso reírse a carcajadas en su cara. Si tan solo supiera la razón por la que Jared no estaba con él.
-Déjame en paz, Ricardo. Estoy en mi descanso. Ve a molestar a otro- Normalmente las cosas no tenían que llegar a eso pero el alcohol estaba de por medio. Lo que Alexander no se esperó fue que lo tomara de la cintura y lo besara. Eso lo paralizó por unos segundos. Cuando reaccionó fue un rodillazo a la ingle y un puñetazo en la cara.
-¡Pero bueno ¿qué te pasa?!- Alex se pasó la mano por la boca en un intento de sacarse el sabor a alcohol, junto al del cigarrillo estaba haciendo algo muy asqueroso a sus papilas gustativas. Alex fue a la puerta, la abrió y se volteó hacia Ricardo que aún estaba intentando levantarse del suelo –Lo digo en serio, Ricardo ¡Déjame en paz!- entró para excusarse con su jefe e irse. Era un trabajador dedicado, por lo que su jefe no tuvo problemas en darle permiso.

Camino a casa le entraron ganas de devolverse a buscar a Ricardo y disculparse. No debió haber reaccionado de una manera tan violenta pero por alguna razón sus palabras tocaron un nervio y ese beso sólo hizo que perdiera el control.
Jared no lo había dejado o abandonado, él estaba bien hasta que alguien le demostrara lo contrario. Alex se enjuagó la lágrima de su mejilla, sacó las llaves de su apartamento y entró a su casa. El lugar era un desastre, había estado así desde el tercer día de ausencia de Jared. En su desespero Alex había volteado todo el lugar en busca de alguna nota escondida, pero nada. Siempre se decía que iba a arreglarlo todo pero una vez que comenzaba recordaba por qué lo había hecho y los ánimos se le iban. Esa noche no era diferente. Fue directamente a la cama, se quedó viendo al techo por unos segundos y luego a la luna por su ventana, tomó la almohada a su lado, la de Jared, la puso sobre su cara y por fin se sacó el grito de su garganta.

Maximilian golpeó el escritorio con ambas manos. Roden le dio una mirada silenciosa. A muy pocas personas les estaba permitido eso, él tenía suerte de estar en ese grupo.
-No puedo creer que de verdad estés de acuerdo con esto, Roden. El estado de los muchachos no es el mejor, deberías saberlo mejor que…
-Jarek tienen varias costillas rotas, un desgarre en el brazo derecho que sólo se curara si lo único que sostiene por los próximos meses es el viento, luego de dos semanas de haber llegado, aún no despierta. Jared también tiene costillas rotas, su corazón sufrió una rasgadura debido a lo que sea que lo penetró en el pecho y se detuvo tres veces durante la operación. Su cerebro está inflamado y sus posibilidades de despertar son menores que las de su hermano, está conectado a un respirador artificial y básicamente es una casa de cristal en medio de un tiroteo- A eso le siguió un gran silencio. 

Todos en la habitación tragaron grueso, Roden puso toda su fuerza en no dejar que la lágrima saliera –Conozco a la perfección el estado de mis nietos, Maximilian. Pero yo también quiero saber qué les pasó y por qué fueron los únicos que regresaron. Aunque eso te lo debería preguntar a ti ya que fuiste quien los encontró.
-Ya te lo dije, Roden- Maximilian gruñó pero trató de disimular. Si no se trataran de sus nietos, Roden ya hubiese hecho lo imposible para sacarle la verdad. Él no estaba en todos los grupos selectos de Roden, en el de mentirle, por ejemplo.
-Puedes entender mi inseguridad cuando con tan graves heridas los gemelos hayan podido manejar hasta aquí.
-Sí, la camioneta destrozada, incrustada en una pared es prueba de ello. Yo los saqué… ¿sabes qué? Has lo que quieras, son tus nietos. Deja que estos barbaros metan sus narices en sus cabezas porque no puedes esperar a que estén mejor y te lo digan ellos mismo. Eso sí, cualquier daño mental que sufran queda en tus manos y en tu consciencia- Maximilian salió sin mirar atrás o cerrar la puerta tras él. Los barbaros de los que hablaba eran los Hurgadores, sacerdotes especializados en trabajar la mente, usualmente su único propósito era el de interrogar a criaturas que los cazadores habían atrapado o a los cazadores luego de sus misiones dependiendo el grado de importancia. La verdad era que la mente de los gemelos no corría peligro, ese tipo de intromisión nunca era detectada por el cerebro. Pero si ellos se enteraban de lo que había ocurrido, especialmente que ambos gemelos habían muerto… arruinaría todo.

Los hurgadores hicieron desalojar la habitación de los gemelos. Jonás, el jefe del grupo fue quien quedó con ellos, o al menos todo el mundo lo creía. Maximilian estaba con él pero ni él ni nadie se podían dar cuenta o sentirlo. Sabía que luego del número que armó en la oficina de Roden, esté tendría gente monitoreándolo. Maximilian proyectaba su energía y fuerza vital a su habitación, por lo que para cualquiera que estuviese buscando él estaba allí.

Jonás tomó una cantidad de aire por la nariz y puso sus manos a los lados de la cabeza de Jarek. Iba a comenzar. Maximilian hizo lo mismo detrás de Jonás. Unos hilos de luz salían de las manos de Jonás y entraban a la cabeza de Jarek. Los de Maximilian también lograron entrar a la cabeza de Jonás. Mientras Jonás sacaba la información del cerebro de Jarek Maximilian la iba sobrescribiendo a una versión que él ya había trabajado. Para cuando terminara, Jonás declararía que todos entraron a la casa y que luego de que la sacerdotisa fue asesinada, los otros cazadores abandonaron a Jarek y Jared con todas las criaturas. Ambos lucharon hasta que se hicieron con una salida y condujeron hasta la casa. Jarek llamó a Maximilian por ayuda y en ese momento fue que su auto chocó dejando a ambos inconscientes.

Cuando ambos terminaron, Jonás salió de la habitación sin la menor sospecha de lo que acababa de pasar. Maximilian se paró al lado de Jarek y le quitó un mechón de cabello de la cara. Le dolía ver a ambos en esas condiciones, cuando pensaba en ellos le venía a la mente la imagen de los dos pequeños peleando por un juguete o porque no tenían por qué pelear, cosa que la verdad no había cambiado mucho.
-De verdad lamento todo esto, amigo mío. Si tan sólo hubiese otra manera- Maximilian puso sus dedos en la frente de Jarek. Sería tan fácil…quitarle esos terribles recuerdos. La punta de los dedos de Maximilian comenzó a calentarse, pero antes de que pudiera tocar la piel una mano le tomó la muñeca e hizo un débil apretón.

-Max- Maximilian pasó de contener un grito a sonreír. Jarek era la única persona que podía “verlo” cuando era invisible a los ojos. Entre las cosas que le había enseñado estaba a reconocer su energía.
-Mocoso- Los ojos de Jarek eran una delgada línea, sus ojos estaban acostumbrándose a la luz. Cuando abrió la boca para hablar, Max lo calló. Por sus labios resecos sabía lo que quería –Nadie puede saber que estuve aquí- Maximilian hizo caer algo de la mesa al lado de la cama, algo que tumbaría Jarek. El ruido atrajo a Alma y sus hijas que comenzaron a gritar de la emoción al verlo despierto, Maximilian les pasó por el lado y salió de la habitación. Camino a su cuarto pudo ver al líder de la hermandad entrando a la oficina de Roden.


Lo más probable era que no saliera vivo de allí.


Las puertas de la casa se abrieron violentamente y una ráfaga de viento arrastró hojas por todo el suelo. Maximilian entró con paso apresurado y desbordando poder. No tenía tiempo para las impresiones o los gritos ahogados de la gente. Jared y Jarek iban flotando detrás de él. Ambos con sus heridas completamente abiertas y la sangre goteando por donde pasaban. Subió las escaleras y en su camino se encontró un joven sacerdote. Lo tomó por el cuello de su túnica y lo arrastró consigo. Frente a él estaban las personas que quería evitar, toda la familia Ross. Alma Ross y su hija menor, Pandora, se llevaron las manos a la boca para tapar sus gritos. Sebastián y su hija Desirée endurecieron sus miradas mientras sujetaban a esposa y hermana. Roden le tomó el pasó a Maximilian.

-¿Qué pasó?-
-No tengo tiempo para esto, Ross. Ten a los médicos listos- Maximilian entró a una habitación y empujó al joven sacerdote por delante. La puerta se cerró en la cara de Roden y él comenzó a gritar órdenes. En pocos minutos había un escuadrón médico a la espera fuera de la habitación. –Ocho pentagramas, ya- le ordenó Maximilian al sacerdote. Al joven le tomó unos segundos darse cuenta de lo que pedía.

-Pero maestro, eso es…-
-¡YA!- el joven se estremeció y comenzó a trabajar mientras Maximilian despojaba a los gemelos de sus ropas. Nadie en esa casa usaba los ocho pentagramas. Ni siquiera él. Pero había que hacer una excepción.
-¡Por Dios! Eso es… ellos están…- Maximilian volteó asustado. El sacerdote ya había terminado y veía con tristeza los sellos en sus pechos. –Maestro…usted…- Maximilian se transportó hasta quedar frente a él. El sacerdote lo miró con miedo y Maximilian puso su pulgar derecho en su frente. El sacerdote puso sus ojos en blanco y comenzó a temblar. Del dedo de Maximilian salía una pequeña nube de humo. Cuando despegó el dedo el sacerdote volvió en si aunque su mirada estaba perdida.
-Terminaste tu tarea. Sal de aquí, este no es sitio para un joven sacerdote. Que nadie entre- el chico asintió y fue hacia la puerta. Cuando la abrió Maximilian escuchó el murmullo de los presentes y el sacerdote diciendo que nadie podía entrar. Cuando la puerta se cerró, Maximilian se despojó de la parte superior de su túnica. Las marcas en su piel comenzaron a reaccionar a los pentagramas. Se sentó en el círculo de los ocho pentagramas y miró hacia los cadáveres de Jared y Jarek. Ambos estaban muertos. El sello que asustó al sacerdote era uno prohibido, del libro negro. Las almas de Jared y Jarek estaban aprisionadas, no podían salir de sus cuerpos muertos. Y así era como Maximilian las necesitaba. Esa no era uns tarea de sanación, sino una de resurrección.

Las marcas en la piel de Maximilian correspondían a los chakras, los centros de energía del cuerpo. En seres humanos normales eran siete y se encargaban de administrar la energía espiritual, pero en su caso eran ocho y se añadían a su energía espiritual existente. Ese era el secreto de su ilimitado poder.

Haces de luz salieron de los pentágonos y se dirigieron a cada una de las marcas, se pegaron a ellas como sanguijuelas. Cuando Maximilian empezó a moldear su poder las sanguijuelas de luz comenzaron a extraerle energía. Normalmente los sacerdotes necesitaban de los conjuros para moldear su poder, él no, cosa que hacía más fácil esa operación ya que nadie debía enterarse de eso. Mientras terminaba Maximilian repasó de nuevo todo en su cabeza, eso no era lo que debía haber ocurrido, algo había cambiado, la muerte de los gemelos no estaba por ningún lado, pero allí estaba, frente a sus cadáveres. Maximilian miró hacia Jared. Su alma no era la única que estaba atrapada, toda esa oscuridad estaba allí con ella, ese inmenso poder.
-Tienes un duro camino frente a ti, hijo mío. Lamento mucho que te esté tocando esto

Cuando todo estuvo listo, Maximilian extendió sus manos hacia los cuerpos de los gemelos. Más haces de luz salieron, esta vez de sus manos, y fueron lanzados hacia los cuerpos. Los rodearon y se concentraron en sus heridas. Maximilian comenzó a recitar un hechizo de sanación para cualquiera que estuviese escuchando al otro lado de la puerta, se levantó y caminó hacia los cuerpos. Estaba funcionando. Las heridas pequeñas ya estaban sanadas y las mayores estaban cerrando, lamentablemente las internas eran otra historia. Para eso era el equipo médico afuera de la habitación. Todo lo que Maximilian podía hacer era cerrar sus cuerpos y devolverles la vida, más de ahí era jugar con el diseño de las cosas.

A medida que la sanación finalizaba, Maximilian podía sentir las almas acoplándose poco a poco a los cuerpos, en el caso de Jared, su poder también estaba dejando de luchar. Sólo faltaba el paso final. Extendió sus manos hacia el suelo y los pentagramas se trasladaron hasta debajo de donde estaban los cuerpos, formaron un solo y enorme pentagrama, Maximilian juntó las palmas y concentró toda su energía. Cuando sintió que la cristalería de la habitación comenzaba a vibrar supo que era suficiente, alzó las manos, hizo puños y los dejó caer con toda su fuerza en el pecho de los gemelos. Ambos despertaron abruptamente y buscando por aire.
Ambos comenzaron a toser y expulsar la poca sangre que les quedaba dentro. Toda la luz desapareció, también el pentagrama. Maximilian puso su pulgar en un costado de Jared, le tapó la boca e imprimó un sello en una de sus costillas. La mano ahogó el débil grito. Imprimir un sello dolía como una quemada con un hierro a fuego vivo. Eso mantendría a la oscuridad en Jared fuera de los radares de los sacerdotes en la casa. Con sus poderes abrió la puerta de la habitación mientras se subía la túnica.

El equipo médico entró y se puso a trabajar, Maximilian salió y cerró la puerta. Toda la familia Ross tenía la mirada fija en él, hasta esa pequeña despreciable de Karena. Maximilian siguió su camino, el efecto del acto que acababa de realizar estaba llegando. Su energía era ilimitada pero la resistencia de su cuerpo no lo era. Para él ya estaba llegando el tiempo en que era un juguete de cuerda con un reactor nuclear dentro. Podía sentir la sangre salir de su nariz, orejas y ojos. Caminar era demasiado lento, se transportó hasta su recamara y al llegar fue corriendo al baño a vomitar todo lo que había comido ese día y el anterior.


Remigras recibió una ráfaga de golpes que no hicieron daño físico pero seguro le darían un buen dolor de cabeza cuando regresara a su cuerpo.
-¡¿QUÉ OCURRIÓ?!- preguntó su cómplice –Que llegasen moribundos a la casa no era parte del plan.
-Tampoco que uno de ellos usara un hechizo
-Tu estúpido plan falló- Remigras soltó una carcajada.
-Al contrario, fue un éxito. La semilla está ahí, creciendo, haciéndose fuerte. Pronto…
-¡ME SABE A MIERDA EL PRONTO! Tengo un…lo que sea que le hiciste bajo el mismo techo que mi clan. Se acabó, a partir de aquí me encargo yo- Remigras iba a decir algo pero su cómplice desapareció.


Deseaba que Jared le arrancara el corazón.


A tomar un café, a ver una película. 
A tu casa, a la mía. 
A la parada del bus o a la librería.
A visitar a tus padres o a tus demonios.
A buscar calor o a combatir el frío.
Hasta a la fiesta de tu tío.

Para no sentir tu ausencia.
Para escapar dentro de tu presencia.
Para que no me importen las horas.
Para confundir el futuro con el ahora.
Para que mis pesadillas se vayan.

Que quiero suspirar.
Que quiero reír.
Que quiero de tus brazos nunca salir.
Que la soledad me estorba

Por favor. 
Por las razones que quieras. 
Por las que te exponga. 
Por las que viajan entre el silencio de nuestras sonrisas 
y la complicidad de nuestras miradas.

Llévame... Y no me sueltes.



El grito. Resonaba una y otra vez, descansaba sólo para volver con más fuerza. Jarek… estaba ganándole tiempo, sacrificándose por él. El grito, era de dolor, desesperación… pero sonaba demasiado cerca. Jarek estaba fuera de la habitación, en el piso inferior ¿Cómo era posible escucharlo con tanta claridad? A menos que no fuera Jarek… sino él quien gritaba.


Remigras se levantó del suelo con una sonrisa en el rostro.
-Mis disculpas, cazador. No pude hacer una buena actuación ni cuando era humano. Debías tomar eso por voluntad propia y no se me ocurrió otra manera. Claro, ayuda tener a la desesperación como audiencia- Remigras hablaba para él solo.
Jared estaba frente a él gritando tan fuerte que opacaba otros sonidos. Hasta el de los gritos de su hermano en el piso inferior. Remigras podía escucharlo dando pelea allá abajo pero nada iba a cambiar lo que pasaría.

Cuando iba a ordenar a sus creaciones que lo mataran se le ocurrió una idea mejor. Poética. Del capullo humano en el que su nueva creación se estaba gestando saldría algo hambriento, y él tenía el bocado perfecto. Le avisarían cuando atraparan a Jarek, lo traerían y él lo ofrecería como una bienvenida a su creación.
Jared seguía gritando pero se mantenía de pie, cada vena de su cuerpo se comenzaba a hacer visible a través de su piel, y al mismo momento a tomar una tonalidad negruzca para luego volver a desaparecer. Remigras podía sentir la energía siendo liberada dentro del cuerpo humano, adaptándolo, convirtiéndolo. Haciendo de él un hogar. La emoción hacía erupción dentro de él. Ya quería tocarlo, analizarlo, medir el alcance de su poder. Lo que fuese a salir de allí sería hermoso. Hermoso y poderoso.

Los gritos cesaron, y con ellos todos los sonidos. Remigras estaba a la expectativa y Jared cayó de rodillas en el suelo con la mirada vacía, la cara enrojecida y húmeda por las lágrimas y los gritos. Remigras había dado dos pasos hacia él cuando de la nada tinieblas envolvieron a Jared, dejándolo dentro de un capullo de total oscuridad. El capullo no era sólido, más bien una cortina de humo muy espeso entre el demonio y el cazador. Remigras se veía tentado a pasarla y tomar su nueva creación pero sus fallidos experimentos le habían enseñado acerca de la paciencia.

La puerta de la habitación se abrió y las criaturas entraron llevando a Jared inconsciente. Por lo irreconocible de su cara, había puesto resistencia hasta agotar las pocas fuerzas que le quedaban. Ese espíritu de lucha hacía su victoria aún más dulce. Remigras se acercó al bulto sangriento que el cazador ahora era, dudaba que le quedara mucha sangre dentro de su cuerpo. Puso la mano en su hombro y hundió su pulgar en la herida de bala. Jarek despertó gritando.
-¡Bien! Estás despier…- Remigras fue lanzado al otro lado de la habitación.

Lo primero que Jarek vio fue a Remigras siendo lanzado por los aires. Detrás de él estaba Jared con la cabeza baja y una especie de neblina negra a sus espaldas que parecía querer envolverlo. Jarek se retorció tratando de soltarse del agarre de sus captores pero estaba demasiado débil. Trató nuevamente cuando escuchó el gruñido de las criaturas pero volvió a fallar, su hermano seguía parado inmóvil frente a él. Jarek quería gritarle que corriera pero por más que intentaba no encontraba la fuerza para abrir la boca o emitir un sonido. Las primera dos fueron por él, lo que pasó le dio las fuerzas para ahogar un grito. En un parpadeo Jared pasó a estar detrás de las criaturas y, como si estuviesen hechas de agua, las atravesó con sus manos. Eso fue suficiente para que todas las demás fuesen por él, incluso las que sujetaban a Jarek. Cuando cayó al suelo sintió dolor en todo el cuerpo, y agradeció por eso. El dolor significaba que aún estaba vivo, y si estaba vivo podía sacar fuerzas para matar a lo que sea se estuviese pasando por su hermano, encontrar al verdadero y salir de allí. Pero primero necesitaba levantarse.

Cuando Remigras trató de levantarse se dio cuenta que su brazo derecho estaba destruido. La mano se había ido hacia atrás y los huesos estaban afuera, formando junto a la piel una extraña “v”. Remigras sonrió. Ese nivel de fuerza eran buenas noticias. Con sus dientes se rompió la otra muñeca y bañó de sangre su brazo destruido mientras hablaba en lengua demoniaca. La sangre comenzó arder y donde las llamas tocaban las heridas éstas eran sanadas. Mientras esperaba podía escuchar a Jared luchando, mejor dicho, descuartizando a sus otras invenciones. Y aún no alcanzaba sus poderes. Todo estaba yendo bien, y hubiese soltado una carcajada si tuviese a Jared en sus dominios y no en una pocilga del mundo humano. Cuando las llamas se extinguieron, su brazo estaba como nuevo, con él quitó todos los escombros de su camino y los lanzaba hacia atrás. Llegó donde estaba Jared despedazando y gruñendo de ira. Con sus poderes lo ató al suelo, que no hizo nada para bajar la ira.
-Calma Jared. Ya tendrás mucho tiempo y muñecos para jugar y drenar tu energía, que por lo visto tienes más de la que pensaba- Jared estaba cubierto de sangre y viseras e inmóvil en el suelo seguía tratando de atacar. Las criaturas que quedaban se reunían detrás de Remigras. Eso le causó risa. Jared le había infundido miedo a seres cuyos sentimientos habían sido removidos.

El hombro comenzó a escocerle a Remigras. Un pedazo de hueso estaba enterrado en su piel.
-¡Jarek!- saludó -Qué bueno que estás con vida. Hay alguien aquí que quiere saludarte- Remigras levantó a Jared del suelo pero no lo dejó ir. Jarek se mantenía de pie usando la poca fuerza que había logrado acumular, Jared era la marioneta de Remigras. Cuando Jarek vio a los ojos de su hermano lo supo, era él. No importaba que estuviesen cubiertos de negro, ese era su hermano. Ese maldito le había hecho algo, pero seguía siendo su hermano. Apretó su mano izquierda, empapándola de su sangre. Sólo le quedaba una jugada.

Remigras hizo una seña con su mano libre y lo que quedaba de sus criaturas fueron tras Jarek. A medida que avanzaban, la presión en el brazo que estaba controlando a Jared aumentaba. Remigras miró extrañado a ambos hermanos ¿Podía ser? El creciente esfuerzo para inmovilizar a Jared le decía que sí. Pero era imposible, ya Jared no debía saber quién era su hermano. Para cuando Remigras iba a desaparecer para llevarse a Jared, era demasiado tarde. Sus criaturas estaban sobre Jarek y Jared estaba iracundo. La neblina negra salió de su cuerpo y lo envolvió. Remigras sintió el momento exacto en que su agarre fue anulado, Jared salió en una furiosa estampida con la neblina negra tras el como una especie de capa, de protección.

Las criaturas no lo vieron venir y para Jarek era difícil hacerlo. Su hermano estaba convertido en una iracunda bestia de ojos negros que rasgaba carne como si fuese nada. Jarek estaba listo para hacer su jugada cuando algo extraño pasó con Jared. Se quedó inmóvil y comenzó a toser. Las pocas criaturas restantes comenzaron a atacar a Jared. Uno de ellos tomó un pedazo de madera de los escombros de la masacre y lo clavo justo en el pecho.
-¡NO!- Jarek y Remigras gritaron al unísono y se vieron a los ojos desde distintos extremos. Jarek supo lo que significaría que el demonio pusiese las manos encima de su hermano. Aprovechó el momento en que Remigras acababa con sus criaturas restantes en un ataque de ira para tomar ventaja. Una parte de la pared de la casa voló en pedazos, el lugar donde Remigras había dirigido su ataque a Jarek, que cayó de rodillas y se deslizó hacia su hermano. Jarek le mostró el dedo medio y luego la palma de la mano, en ella el hechizo que le quedaba con una perforación hecha con el hueso con el que Jarek le había atacado. Remigras abrió los ojos sorprendido y corrió hacia ellos pero no fue lo suficientemente rápido. Jarek apoyó su mano en el pecho de su hermano y una intensa luz blanca llenó todo el cuarto.

Cuando la luz se extinguió Remigras estaba solo en lo que quedaba de la habitación, con parte de su cuerpo quemado por el hechizo. Su gritó llegó a cada esquina de la casa.


Maximilian estaba escribiendo en su estudio cuando sintió el hechizo de transporte ser activado. Sus ojos se nublaron mientras veía donde aparecían Jared y Jarek. Había establecido el hechizo para que no los llevara a la casa pero sin especificar a donde. Cuando supo dónde estaban se transportó hasta allí sin dejar rastros de energía que pudiesen ser leídos por otros sacerdotes.

Apareció en un pequeño parque a unas cuadras de la casa, la energía moribunda del hechizo le decía a donde ir. El sol estaba por salir, debía llevarlos a la casa sin levantar sospechas. Cuando llegó a donde lo guiaba la energía sólo encontró a Jarek, inconsciente. Tenía la ropa rasgada y estaba cubierto de sangre y heridas. No quedaba mucha fuerza vital en él. Maximilian se agachó para tomarlo y entonces escuchó un gruñido tras él. Se volteó listo a atacar pero la sorpresa lo dejó inmóvil.

Jared estaba frente a él, con ojos cubiertos de negro, un pedazo de madera ensangrentado en la mano y un hoyo en su pecho. Sin que Maximilian hiciera algo, cayó a los pies del sacerdote.

-Demonio- susurró. Y los tres desaparecieron.