Demonios Internos XII
Todo bien


Era la décima vez que Alexander limpiaba la barra en la última media hora. Miró el reloj, vio cuanto le quedaba por trabajar y suspiró, aunque eso no era lo que quería. Gritar era lo que quería, la molesta sensación en su pecho no se iba de ninguna manera. Una semana había pasado desde que Jared se había ido y no tenía noticias de él, lo último era lo que hacía todo peor. Ser una parte oculta en la vida de Jared tenía pocas ventajas, una de ellas era que no importaba lo que estuviese haciendo o lo difícil de su misión, de una forma u otra él conseguía la manera de enviarle un mensaje, algo que le hiciera saber que estaba vivo. Una vez un indigente tocó a su puerta para entregarle una nota que decía “Odio lo mal que cantas”, eso le arrancó una sonrisa. Jared había estado fuera casi por un mes y esa nota había sido toda su compañía. Actualmente estaba en su cuarto, en una pequeña caja con otras notas que Jared le había hecho llegar desde sus misiones.

El reloj de su muñeca sonó, avisándole que era su descanso. Se quitó el paño de su hombro y se lo entregó a su compañero. Iba hacia la puerta trasera cuando alguien lo tomó del brazo. Alexander volteó e hizo girar sus ojos.

-Hola Alex
-Ricardo- el hombre de aproximadamente su misma estatura, ojos negros y cabello café hizo un puchero. Alex se soltó y salió por la puerta. Ricardo lo siguió.
-Sabes que no me molesta que me llames por la versión corta- Alexander lo ignoró, encendió un cigarrillo y se lo llevó a la boca. No fumaba pero hacía frio y no dejaba de pensar en Jared -¿Qué le pasó a tu novio? Hace tiempo que no lo veo- Alexander no respondió. Ricardo era un cliente habitual, casualmente sólo iba cuando Jared estaba detrás de la barra y desde siempre lo había estado rondando. No era un mal tipo pero Alex no estaba interesado –No me digas que hay problemas en el paraíso- El único defecto que podía encontrarle Alex era que era muy directo. Demasiado a veces.

-No es tu problema…Ricky- Alex hizo énfasis burlón en el nombre. Lo escuchó dar un par de pasos en su dirección, cuando volteó casi lo tenía encima. El olor a licor le abrumó el olfato.
-Está muy mal eso. Yo no te descuidaría, Alex. Nunca- Alexander quiso reírse a carcajadas en su cara. Si tan solo supiera la razón por la que Jared no estaba con él.
-Déjame en paz, Ricardo. Estoy en mi descanso. Ve a molestar a otro- Normalmente las cosas no tenían que llegar a eso pero el alcohol estaba de por medio. Lo que Alexander no se esperó fue que lo tomara de la cintura y lo besara. Eso lo paralizó por unos segundos. Cuando reaccionó fue un rodillazo a la ingle y un puñetazo en la cara.
-¡Pero bueno ¿qué te pasa?!- Alex se pasó la mano por la boca en un intento de sacarse el sabor a alcohol, junto al del cigarrillo estaba haciendo algo muy asqueroso a sus papilas gustativas. Alex fue a la puerta, la abrió y se volteó hacia Ricardo que aún estaba intentando levantarse del suelo –Lo digo en serio, Ricardo ¡Déjame en paz!- entró para excusarse con su jefe e irse. Era un trabajador dedicado, por lo que su jefe no tuvo problemas en darle permiso.

Camino a casa le entraron ganas de devolverse a buscar a Ricardo y disculparse. No debió haber reaccionado de una manera tan violenta pero por alguna razón sus palabras tocaron un nervio y ese beso sólo hizo que perdiera el control.
Jared no lo había dejado o abandonado, él estaba bien hasta que alguien le demostrara lo contrario. Alex se enjuagó la lágrima de su mejilla, sacó las llaves de su apartamento y entró a su casa. El lugar era un desastre, había estado así desde el tercer día de ausencia de Jared. En su desespero Alex había volteado todo el lugar en busca de alguna nota escondida, pero nada. Siempre se decía que iba a arreglarlo todo pero una vez que comenzaba recordaba por qué lo había hecho y los ánimos se le iban. Esa noche no era diferente. Fue directamente a la cama, se quedó viendo al techo por unos segundos y luego a la luna por su ventana, tomó la almohada a su lado, la de Jared, la puso sobre su cara y por fin se sacó el grito de su garganta.

Maximilian golpeó el escritorio con ambas manos. Roden le dio una mirada silenciosa. A muy pocas personas les estaba permitido eso, él tenía suerte de estar en ese grupo.
-No puedo creer que de verdad estés de acuerdo con esto, Roden. El estado de los muchachos no es el mejor, deberías saberlo mejor que…
-Jarek tienen varias costillas rotas, un desgarre en el brazo derecho que sólo se curara si lo único que sostiene por los próximos meses es el viento, luego de dos semanas de haber llegado, aún no despierta. Jared también tiene costillas rotas, su corazón sufrió una rasgadura debido a lo que sea que lo penetró en el pecho y se detuvo tres veces durante la operación. Su cerebro está inflamado y sus posibilidades de despertar son menores que las de su hermano, está conectado a un respirador artificial y básicamente es una casa de cristal en medio de un tiroteo- A eso le siguió un gran silencio. 

Todos en la habitación tragaron grueso, Roden puso toda su fuerza en no dejar que la lágrima saliera –Conozco a la perfección el estado de mis nietos, Maximilian. Pero yo también quiero saber qué les pasó y por qué fueron los únicos que regresaron. Aunque eso te lo debería preguntar a ti ya que fuiste quien los encontró.
-Ya te lo dije, Roden- Maximilian gruñó pero trató de disimular. Si no se trataran de sus nietos, Roden ya hubiese hecho lo imposible para sacarle la verdad. Él no estaba en todos los grupos selectos de Roden, en el de mentirle, por ejemplo.
-Puedes entender mi inseguridad cuando con tan graves heridas los gemelos hayan podido manejar hasta aquí.
-Sí, la camioneta destrozada, incrustada en una pared es prueba de ello. Yo los saqué… ¿sabes qué? Has lo que quieras, son tus nietos. Deja que estos barbaros metan sus narices en sus cabezas porque no puedes esperar a que estén mejor y te lo digan ellos mismo. Eso sí, cualquier daño mental que sufran queda en tus manos y en tu consciencia- Maximilian salió sin mirar atrás o cerrar la puerta tras él. Los barbaros de los que hablaba eran los Hurgadores, sacerdotes especializados en trabajar la mente, usualmente su único propósito era el de interrogar a criaturas que los cazadores habían atrapado o a los cazadores luego de sus misiones dependiendo el grado de importancia. La verdad era que la mente de los gemelos no corría peligro, ese tipo de intromisión nunca era detectada por el cerebro. Pero si ellos se enteraban de lo que había ocurrido, especialmente que ambos gemelos habían muerto… arruinaría todo.

Los hurgadores hicieron desalojar la habitación de los gemelos. Jonás, el jefe del grupo fue quien quedó con ellos, o al menos todo el mundo lo creía. Maximilian estaba con él pero ni él ni nadie se podían dar cuenta o sentirlo. Sabía que luego del número que armó en la oficina de Roden, esté tendría gente monitoreándolo. Maximilian proyectaba su energía y fuerza vital a su habitación, por lo que para cualquiera que estuviese buscando él estaba allí.

Jonás tomó una cantidad de aire por la nariz y puso sus manos a los lados de la cabeza de Jarek. Iba a comenzar. Maximilian hizo lo mismo detrás de Jonás. Unos hilos de luz salían de las manos de Jonás y entraban a la cabeza de Jarek. Los de Maximilian también lograron entrar a la cabeza de Jonás. Mientras Jonás sacaba la información del cerebro de Jarek Maximilian la iba sobrescribiendo a una versión que él ya había trabajado. Para cuando terminara, Jonás declararía que todos entraron a la casa y que luego de que la sacerdotisa fue asesinada, los otros cazadores abandonaron a Jarek y Jared con todas las criaturas. Ambos lucharon hasta que se hicieron con una salida y condujeron hasta la casa. Jarek llamó a Maximilian por ayuda y en ese momento fue que su auto chocó dejando a ambos inconscientes.

Cuando ambos terminaron, Jonás salió de la habitación sin la menor sospecha de lo que acababa de pasar. Maximilian se paró al lado de Jarek y le quitó un mechón de cabello de la cara. Le dolía ver a ambos en esas condiciones, cuando pensaba en ellos le venía a la mente la imagen de los dos pequeños peleando por un juguete o porque no tenían por qué pelear, cosa que la verdad no había cambiado mucho.
-De verdad lamento todo esto, amigo mío. Si tan sólo hubiese otra manera- Maximilian puso sus dedos en la frente de Jarek. Sería tan fácil…quitarle esos terribles recuerdos. La punta de los dedos de Maximilian comenzó a calentarse, pero antes de que pudiera tocar la piel una mano le tomó la muñeca e hizo un débil apretón.

-Max- Maximilian pasó de contener un grito a sonreír. Jarek era la única persona que podía “verlo” cuando era invisible a los ojos. Entre las cosas que le había enseñado estaba a reconocer su energía.
-Mocoso- Los ojos de Jarek eran una delgada línea, sus ojos estaban acostumbrándose a la luz. Cuando abrió la boca para hablar, Max lo calló. Por sus labios resecos sabía lo que quería –Nadie puede saber que estuve aquí- Maximilian hizo caer algo de la mesa al lado de la cama, algo que tumbaría Jarek. El ruido atrajo a Alma y sus hijas que comenzaron a gritar de la emoción al verlo despierto, Maximilian les pasó por el lado y salió de la habitación. Camino a su cuarto pudo ver al líder de la hermandad entrando a la oficina de Roden.


Lo más probable era que no saliera vivo de allí.