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Jared sentía que le faltaba el aliento, que por su nariz entraba aire en forma de ásperas piedras, y cada vez que llegaba a él el sonido de los huesos del cuerpo de Janina rompiéndose, la sensación se hacía peor. No se podía mover, su posición era perfecta para detectar cualquier cosa que Loredas intentara o que amenazara a su hermano o compañeros cazadores. Jared y Tomás no se dieron cuenta de lo que acababa de ocurrir, estaban tratando de acertar un golpe a Loredas, sin éxito. Armán estaba parado a varios metros del capullo negro que se hacía más pequeño a cada minuto. Sus pistolas colgaban débilmente de sus manos y sus hombros estaban caídos. Jared lo comprendió en ese momento, no luego de que Armán soltará un grito de ira y tristeza, no después que se uniera a los demás en pelea contra Loredas y la tomara para sí mismo o ver las lágrimas en sus ojos luego de levantarse tras recibir un golpe en la nuca del demonio: Armán quería a Janina.

Jared contuvo las lágrimas que querían salir. Su vista se nublaría y podría perderse algo. Armán usaba todo lo que tenía con él y lo que podía conseguir a la mano, pero nada lo ayudaba. Las balas no llegaban a su objetivo, los cuchillos iban directamente al suelo, al igual que todo lo que le arrojaba. Loredas se limitaba a saltar por las paredes, desaparecer y reaparecer, a no dejar de sonreír. No tenía que atacar, lo que estaba haciendo funcionaba de maravillas. La ira de Armán aumentaba y esa sería su perdición. -¡AYUDENLO!- le grito Jared a Tomás y Jarek, que se habían quedado quietos viendo la explosión de rabia de Armán. Ambos asintieron y se unieron. Jared seguía contando en silencio.

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Loredas desapareció antes de que Tomás pudiese tomarlo del cuello, reapareció detrás de él y lo golpeó en las costillas con una patada. Tomás gritó pero en lugar de caer se volteó con pistola en mano. Le apuntaba a Armán que venía cargando en su dirección. El golpe de la caída más el peso de Armán sobre él lo hizo gritar aún más fuerte. Jarek tenía sus pistolas en alto tratando de apuntar en algún sitio en el cual Loredas fuese a aparecer pero el demonio era demasiado rápido.

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El sonido de la detonación lo asustó, con el corazón latiendo salvajemente Jared buscó por su hermano. Muchos escenarios pasaron por su cabeza en segundos, donde Loredas lo desarmaba y hería. Pero Jarek estaba bien, al igual que Tomás y Armán. Loredas estaba a unos metros de su hermano, boca abajo y quejándose. Jared sonrió. Jarek disparó hasta que se acabaron las balas y Loredas no escapó a ninguna.

-¿Jared?- llamó su hermano. Jared se acercó y sacó sus cuchillos.
-Su poder de premonición no es permanente. Necesita activarlo y se desgasta luego de un minuto. Luego de eso…- Jared maniobró uno de sus cuchillos en la mano antes de lanzarlo hacia Loredas. El cuchillo se enterró en la espalda. El demonio gritó. Armán se lanzó a atacar pero Tomás lo derribó. Armán comenzó a gritar amenazas pero Tomás lo mantuvo contra el suelo. Loredas dejó de quejarse y comenzó a reír.
-No deberían estar tan pendientes de mi- El demonio levantó la cabeza y alzó la mirada. Jared y Jarek lo imitaron.

Atentos a cada movimiento estaban cientos y cientos de criaturas como las que estaban muertas a unos metros de ellos. Algunos con más pústulas que otros o más aspecto animal que humano, pero definitivamente eran de la misma especie y todos llevaban un collar de metal. Jared dejó salir una bocanada de aire involuntariamente y todos los ojos de las criaturas se centraron en él. Poco a poco los gemelos bajaron las miradas. Si antes creían que eran demasiados, ahora estaban seguros que no saldrían con vida de ese lugar si se les echaban encima. Tomás y Armán parecían haberse dado cuenta porque ellos también dejaron de forcejear. El único que se movía era Loredas que, riéndose, se puso de pie y poco a poco se sacó las balas y el cuchillo.

-No necesito poderes para estar dos pasos delante de ustedes, cazadores. Pero por si acaso…
Los ojos de Loredas comenzaron a brillar. Jarek dio un paso adelante para detenerlo pero Jared lo tomó del hombro. Las criaturas caerían sobre ellos al mínimo movimiento para atacar a Loredas.
Una ráfaga de disparos resonó por todo el salón. Los gemelos sacaron sus armas. Todo pareció andar en cámara lenta: Loredas cayó de rodillas con sus ojos volviendo a la normalidad, lo que daba pasó a ver a Armán con el arma en alto con el dolor aún latente en su mirada y Tomás tratando inútilmente de detenerlo. Finalmente, los gemelos miraron hacia arriba y se vieron cara a cara con la horda que acabaría con sus vidas.

-No, no, no ¡NO!- Todo alrededor de Remigras salió volando. Loredas se había desviado del plan, ese maldito ambicioso. Hasta tuvo que usar sus poderes para eliminar a la sacerdotisa, y ahora eso le daba más trabas a su plan. Jared estaba rodeado y a menos que interviniera, no iba a salir vivo. Luego de que todo terminara, iba a consumir a Loredas hasta el último gramo de su alma. Remigras ennegreció sus ojos y se conectó con todas sus criaturas, lo bueno de haber experimentado con mente de colmena. Todas hacían lo que él decía.
Las dirigió a todas hacia los dos cazadores sin importancia. Ambos dieron pelea pero no fue suficiente contra tantos. Entre cuatro desmembraron a uno y el otro murió con su propia espada enterrada en su cráneo. Ahora a los otros dos. La idea era dejar a Jared con vida así que el gemelo era prescindible. Cuando la horda fue por él se vio repelida por una gran sacudida de fuerza, las criaturas, todas, cayeron al suelo. Remigras gruñó.

Loredas estaba de pie pero su aspecto era el esperado tras recibir tantas balas de madera al mismo tiempo. Su piel estaba pasando al color gris y un líquido color negro estaba comenzando a filtrarse por ella. Antes de que Jared o la horda pudieran detenerlo, Loredas tomó por el cuello a Jarek.
-¿Lo quieres?- Loredas comenzó a reír. -¡VEN POR ÉL! No es que vaya a arrancarle la columna vertebral o algo por el estilo- Tanto Jared como la horda se detuvieron. Jared notó eso pero no le prestó atención. Su corazón estaba latiendo en sus oídos y su mente estaba trabajando a todo lo que podía para dar con una forma de quitar a su hermano de las manos del demonio moribundo. Sus manos comenzaron a temblar y sudar. No era la primera vez que se encontraban en una situación así pero se sentía como si lo fuese. Quizás eran las criaturas que tenía a sus espaldas.

Remigras sonrió.

Tomaste al gemelo equivocado

Loredas gruñó mientras los experimentos de Remigras tomaban al otro cazador.
-¡JARED!- el otro se removió en su brazo, Loredas apretó más fuerte alrededor de su cuello. Si no iba a tener ventaja sobre Remigras, iba por lo menos a tener un nuevo cuerpo cuando el moribundo que tenía colapsara.

Jared trató de luchar contra las criaturas pero en un momento lo desarmaron y retuvieron. Su agarre se sentía como una garra mecánica, era imposible moverse. Jared miró a su gemelo a los ojos mientras lo arrastraban. Ese era el final, y lo recibiría con las dos personas que más amaba. Cerró los ojos para evocar la imagen de Alexander. Su sonrisa, lo feliz que era recibir un amanecer en su cama. Jared susurró un te amo y abrió los ojos. Y fue de nuevo como si el tiempo corriera más lento.

Jarek tomó su revólver y lo pegó a su hombro. Disparó. El chillido de Loredas fue señal de que la bala llegó a él. Jarek se liberó del demonio y comenzó a disparar hacia las criaturas. Cuando una bala derribó a su principal captor, Jared aprovechó para tomar alguna de sus armas de los otros. Un juego de cuchillos y un revolver. Mientras corría hacia su hermano, que caía al suelo aun disparando el revólver vacío, fue arrojando cuchillos a aquellas criaturas que se levantaban del suelo e iban tras él. Luego comenzó a disparar. Cuando llegó donde Jarek, rápidamente lo levantó, lo apoyó de su cuerpo y siguió corriendo.

Las criaturas caídas se levantaron, del piso superior cayeron nuevas. Todas siguiendo el rastro de sangre detrás de los hermanos.