Mi Amiga, la madre



Leticia Alcantara se acomodó los lentes de sol en el carro y tomó una bocanada de aire antes de salir. Tenía mucho tiempo sin ir a esa parte de la ciudad, la que la vio nacer. Antes de ser la respetable y renombrada en sociedad que todos conocían, había sido Leticia Artiga, niña, de barrio pobre, ingenua y sin nada en la vida. Nada que valiera la pena recordar. La plaga que estaba en la vida de su hijo debía ser eliminada, lo que la empujó a volver a ese sitio, porque pasaba que ella conocía a un muy buen exterminador. 
El pequeño bar estaba donde lo recordaba, cuando entró, un hombre lo suficientemente alto para hacerle sombra estaba del otro lado. Cruzaron las miradas por unos segundos y se hizo a un lado. Dentro, un hombre mayor se levantó de su mesa y abrió los brazos a modo de saludo. 
-¡Leticia! Mi amor, tan bella como siempre- Antes de quitarse los lentes de sol, Leticia puso los ojos en blanco. No podía ver el momento de irse de ahí. 
-Deja la payasada, Raimundo. Tú y yo no nos hemos visto en años- Se sentó en la mesa sin recibir el abrazo o el beso que sabía que el hombre al que fue a ver tenía para ella. 
-Seras tu a mi, princesa. Porque yo te he visto todos los días. Es lo malo de tener tanto real, Leticia, todo el mundo tiene que ver contigo. Por eso me tome la molestia de reservar este espacio para nosotros. Supuse que apreciarias la privacidad- Leticia no respondió, sólo sacó un par de fotos de su cartera y las tiro en la mesa. 
-¿Cuanto?- Raimundo tomó las fotos y se puso un par de lentes de lectura para verlas. 
-¡Chica! ¿Y este no es el hijo tuyo? ¿Tan mal se porto?- Leticia miró al hombre con desprecio, éste se rió. 
-Te va a dar algo, quedate quieta que te estoy vacilando. Además, ya hablamos de esto. Sé que es al mariquito que está con él en la foto. Pero tengo que preguntar, vale ¿tu muchacho anda en vainas raras ahora? Porque recuerdo verte en una revista contentisima porque se te casaba ¿Cruzó la acera el hombre?- 
-Raimundo, por si no es obvio, yo no vine aquí a tomarme un café y reírme de tus pendejadas...- Leticia ahogó un grito cuando Raimundo la tomó del brazo y apretó. 
-Escuchame bien, muchachita, a mi no me importa que tengas mas real que toda la ciudad junta, aquí estás en mi tierra y estás siendo muy mal educada conmigo. Yo pensaba que Jacinta te había criado mejor. Debajo de toda esa ropa cara y rostro estirado esta la misma muchachita que comía mango con las manos en el patio de mi casa, eso es lo que eres en el fondo, y lo que siempre seras- Raimundo le soltó el brazo y dejó las fotos en la mesa. 
-4 por el trabajo. Deja 2 y luego mando a alguien por los otros 2- Con mano temblorosa, Leticia sacó un fajo de billetes y lo dejo en la mesa, se levantó y salio del bar. Dentro de su auto, recostó la cabeza en el volante hasta que su corazón se calmó. El sólo pensar en su pasado...Raimundo hablaba por hablar. Ahora era una mujer distinta, una mucho mejor que su pasado. Leticia condujo lejos de su pasado mas no pudo con el sentimiento en el pecho que le decía que acababa de cometer un terrible error. 

Las risas de Darío y Alberto se escuchaban desde la calle. Era la tercera película que veían en el día. Todo había sido idea de Amanda, ambos necesitaban un tiempo juntos. Y ambos la estaban pasando muy bien. Había veces en que Darío se quedaba viendo a Alberto reír y se preguntaba desde cuando no lo hacía. Había hecho lo correcto, ya eso lo había internalizado, pero no dejaba de preguntarse acerca de todo lo que había pasado Alberto y lo que él hubiese hecho para evitarlo. Era un adulto, tenia el temperamento de uno y la racionalización, pero en el fondo seguía siendo un niño, la fuerza con la que reía por una película de unos pajaros parlantes se lo decía. Alberto se percató de la mirada de Darío y volteó a verlo. En ese segundo en que sus ojos se encontraron ambos tuvieron el mismo retorcijón en el estomago pero ninguno dijo nada al respecto. El ambiente de pronto se puso pesado para ambos, siguieron viendo la película pero ahora tomaban un segundo para verse, como asegurándose que el otro estaba bien. Ese retorcijón era inconfundible para el niño que había vivido desgracias y el doctor que había presenciado su buena parte de ellas. 

Algo malo iba a pasar.

2 Responses so far.

  1. Anónimo says:

    naaaaaaaaaaa maldita madre
    sigue subiendo plis

  2. Genial!! Siempre genial. Y si, la madre es una bruja infeliz. :(